Periodista

Los piojosos pasan de lo de Puerto Hurraco. Los piojosos son mi hijo, sus colegas y la tribu de punkarras , heavies , metálicos y rockeros en general que se mueven por lo que en Cáceres se conoce como zona piojosa. Cáceres, ya saben, es muy moderna y variada y tiene zona piojosa por Santo Domingo, zona gay por la Conce, zona guay por Pizarro, botellón de tierra en el ferial, botellón con moqueta en el hípico... En todas esas zonas, lo de Puerto Hurraco suena mogollón de antiguo o no suena.

Le pregunto al Flipao , uno de la peña de mi hijo, que si sabe algo de Puerto Hurraco y me saltan todos a coro con una canción: "Veraneo en Puerto Hurraco, veraneo en Puerto Hurraco, vacaciones en Camboya y una po...".

Después se desmelenan: mi hijo hace como que toca el bajo, el Fiambre le da a una guitarra ficticia, el Flipao pone la voz y el Membrillo aporrea una imaginaria batería. Me escandalizo, claro, les afeo su falta de respeto y los aviso: "Anda, que como os oiga Rodríguez Ibarra". Ellos me dicen que no me raye y que en tal caso, les pida cuentas a los Def con Dos , temible grupo rockero autor de la canción. La verdad es que no le pienso pedir cuentas a nadie: ni a Carlos Saura, ni a Def con Dos , ni al novelista galaico-extremeño y militante del Partido Socialista Xosé Antonio Perozo, que ha escrito y publicado una novela sobre Puerto Hurraco.

Yo, la verdad, no tengo ningún complejo, ninguna falta de confianza ni he sentido nunca el peso de la Extremadura negra y profunda. No es que vaya de moderno ni de rockero piojoso, pero desde que me mandaron a los 14 años con una beca a estudiar a Zamora y a convivir con jóvenes de toda España, he conocido los complejos de los de Albacete, la inseguridad de los mallorquines, la falta de confianza de los de Aragón y siempre decían lo mismo: sólo salimos en la tele para que se rían de nosotros por paletos o para ser carne de cañón de las páginas de sucesos.

En los periódicos en que he escrito, los crímenes regionales daban lugar a un despliegue sensacional. En Extremadura he notado que los crímenes se despachan informativamente de puntillas por aquello de no ahondar en la leyenda negra. Y para mí que quienes realmente nos creemos esa leyenda negra somos nosotros. Las demás comunidades autónomas pasan, ya tienen bastante con sus crímenes legendarios. Al tiempo que sucedía lo de Puerto Hurraco, un tal Paulino mataba a media docena de vecinos en Ourense por una disputa de lindes de tierras y había asesinatos rurales masivos en un cortijo andaluz, en una masía catalana, en un pueblo manchego... Esos crímenes han sido cantados, novelados y filmados y no ha pasado nada. Recuerdo que un periódico gallego publicó en fascículos los cien crímenes más terribles de aquella región y los lectores acababan con los diarios antes del mediodía.

Es verdad que parece como si los cineastas sólo se fijaran en Extremadura para hacer Las Hurdes, tierra sin pan , Pascual Duarte , Los santos inocentes y, ahora, El séptimo día sobre los crímenes de Puerto Hurraco. Pero también se han hecho otras películas sobre nuestra historia gloriosa de conquistadores, sobre nuestros pájaros (Nómadas del viento , por cierto, sólo proyectada en Badajoz y por poco tiempo), etcétera. Además, qué le vamos a hacer: los valencianos tienen una poética chocarrera y sensual, los gallegos sugieren ensalmo, Andalucía es quejío y nosotros, como se nota leyendo a Dulce Chacón o a Justo Vila, acabamos dejando en el lector (o en el espectador) un poso de lirismo tremendista. Pero eso no es ser mejores, ni peores, no es leyenda negra ni blanca, simplemente somos así y a quien no le guste que se compre un cisne y lo saque a pasear.

Hay que ser un poco chulos y dejarse de complejos y de tonterías. Y si Umbral escribe en su Cela, un cadáver exquisito que Extremadura no tiene más mitología que la pobreza ni más antología que las cabras pues hay que entenderlo como una ocurrencia indocumentada que descalifica a quien la hace, pero no a quien la sufre. Dejemos tranquilo a Saura, no hagamos propaganda gratuita a Andrés Vicente Gómez y vayámonos con el Flipao , el Fiambre y el Membrillo a tomarnos unas birras a la zona piojosa y a escuchar sus sentencias desinhibidas y juiciosas: "La peña, tío, es que es mogollón de cerrá ".