Supongamos que una persona es culpable de quemar miles de hectáreas de bosque y que, por ello, las autoridades lo nombran responsable del equipo de guardabosques. ¿Qué pensarían ustedes? ¿Que las autoridades se han vuelto locas? Pues eso es lo que acaban de ratificar los gobiernos de la UE al respaldar la propuesta de ampliar el capital del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que este organismo dirija las medidas de recuperación de la crisis. Lo que la UE, el G-20 y otros expertos en finanzas mundiales desconocen, o prefieren ignorar, es el papel que el FMI ha jugado en la explosión de la crisis económica. El FMI impone políticas de liberalización financiera a todos sus clientes. Estas políticas, además de otras de liberalización comercial, han destruido la capacidad de los estados del Sur de controlar lo que las entidades financieras --generalmente, extranjeras-- hacían en sus países; han permitido el fraude fiscal y han promovido la extrema dependencia de los países del Sur al impulsar un sistema agrícola e industrial basado en la exportación, de manera que cuando los clientes del Norte han entrado en recesión y han dejado de comprar, la caída de ingresos en el Sur ha sido mayúscula. Este tipo de medidas han sido impuestas por el FMI en Brasil, Suráfrica, Europa del Este, Ecuador, Indonesia, Haití y Mali. Quizás es más provechoso que el pirómano siga quemando bosques; cualquier cosa, antes que dejar de acumular beneficios a costa de los más pobres.

I. Fresnillo Sallan **

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