Autor teatral

Lo peor de una columna es empezarla. Comienza uno por las goteras, o el despiadado silencio de los hijos --caso de Carmen Rigalt--, o se empieza o termina hablando de Proust, caso de Umbral, cuando no la coge con las cabras extremeñas. Umbral puede, con eso y con una piara entera. Pues, la empecé --que ya tenía valor--, tirando balones fuera y reflexiones hacia dentro, que es donde hay que golear las reflexiones. Ya en trance, y en esto de tirar de memoria, habrán oído, visto y sentido, que hemos celebrado el 192 aniversario de la Batalla de la Albuera. Fin de semana --16, 17, 18-- que se cita con fuerzas, para dar un aire de paz y libertad a todos los representantes de la trifulca, que se armó allá por el 16 de mayo de 1811. Guerra cruenta y cabrona, como todas las guerras, que para eso son guerras. Si no --ya me dirán ustedes-- estaríamos hablando de La isla de los famosos . Pues eso, que después de tres días de reconciliarnos con la palabra, de simular cañones que disparaban concordia; de cañas y festividad por una efeméride, que se la merecen los albuereños, resulta que la guerra, el odio, la sinrazón, tuvo sus representantes en una tribuna --La Albuera--, en que palabras escoltadas, rellenaban de razón, esos campos, que una vez cantó lord Byron, en los poemas de Child Harold: La libertad. Esa y no otra son los reconocimientos, que albergan sus vísceras, "Los adalid de la paz y la libertad", los que le echan cojones, aunque sea a través de una humilde placa, esculpida sus letras con cincel de solidaridad. Eso, en este mayo de 2003, ha recaído --como losa o papel-- en el Foro de Ermua, uno de los colectivos amenazados, aprisionados de silencio, en esa guerra presente que tienen --no tenemos-- los que quieren hablar de nucas, y no de ideas. Pablo Setién y Eleazar Ortiz viajaron hasta el suroeste extremeño para recoger, no sólo la placa siempre fría, sino la calidez de unas miradas, que nunca supimos entender del todo: falta imaginación. Tuve la suerte de convivir tres días de palabras escoltadas --palabras como metáfora de vida--.

Tres días de disfrutar de lo que esta tierra les pudo ofrecer. Y ahí ellos --los escoltas-- velando por un principio y por una espalda, que no se debe de tronchar. Para nada trágico, para nada histriónico --yo--, pero sí reconocer, en estas horas vividas, un guión tan absurdo, que ni si quiera Ionesco le hubiera metido mano. Pablo Setién --altura exquisita-- es un niño velado, por dos armas que tienen alma de amistad. Supongamos que ellos, los escoltas son X y L. Supongamos que no tienen nombre, porque lo que tienen es la complicidad de un destino. "Lo malo de que tú no existas" --siempre referencias poéticas-- "sería que no existieran los tres".

Puedo decir y digo, que nunca tanta visita, me causó tanto favor. Mérida es recuerdo de un día en que sólo nos vigilaba Ceres desde su poltrona del teatro Romano. Los demás jugábamos a verla. X y L fueron los únicos que supieron apreciar ese guiño de bienvenida. Nunca le voltearon la espada. Si fuisteis bien recibido, siempre seréis bien retornados. Palabras escoltadas que sonaban a ideas de libertad. Al Foro de Ermua.