TEtl mundo lo ha visto. El planeta se estremeció ante la heroicidad. Mil millones de personas, de todos los continentes, vieron la proeza y contemplaron con pasmo el acontecimiento: 33 mineros chilenos, aplastados en el vientre de una mina, yacían entre la ansiedad y la esperanza, entre el pavor a la nada y el miedo a la muerte, pues era enormemente complejo sacarlos de allí. Pero el hombre, a veces, nos asombra con su habilidad, su técnica, su talento y su generosidad sin límites. Porque podrá el hombre enzarzarse en guerras fratricidas, poner su zarpa de maldad en el hombro de su vecino, segarle la hierba bajo sus pies, tener rencor a su prójimo, urdir falsedades, calumniar, vejar- Pero, cuando irrumpe esa corriente de solidaridad, no duda en utilizar todo aquello que pueda ayudar a otros. Por eso el hombre, en otras ocasiones perverso, sintiendo el deseo imperioso de remediar una situación dramática, no duda en sortear los peligros más serios, logrando grandes éxitos, como los que han coronado el proyecto de hacer salir al exterior a los 33 mineros que estaban en Copiapó (Chile), a 700 metros de profundidad. En esta ocasión, la estrategia utilizada para izar, uno a uno, a dichos hombres, con precisión matemática, ha sido posible gracias a los medios sofisticados puestos al alcance de estos valientes trabajadores. Aunque no faltarán los que, trascendiendo los hechos, miren tan afortunada solución como venida de la mano de Dios, quien, providencial, ha estado presente, en dichos momentos. Sea lo que fuere, lo cierto es que el mundo ha demostrado su talante fraterno, al desear con todas sus fuerzas una feliz solución. Una logística envidiable y una sofisticada técnica han dado como fruto un rescate perfecto, mientras en los cinco continentes se han vivido unas horas de hondísima satisfacción, cuando los mineros iban saliendo de esa cápsula bendita que hizo posible tan clamorosa epopeya. Ya al aire libre, los mineros y esposas se fundieron en un abrazo que les devolvía a la felicidad- Fue como un parto múltiple, como un alumbramiento de seres que subían de nuevo a la vida, como un retorno, desde el infierno, al lado de los suyos. Quedó, pues, la zozobra en la oscuridad turbia de la mina, desapareciendo el pánico para dar paso a la alegría. Bien pulcros y aseados estos duros hombres, y con su casco de linterna, iban incorporándose al sol de los mortales ¿Héroes de películas? No. Sólo varones que hicieron alarde del mayor estoicismo, de bravura y coraje. Los 1.600 periodistas lo atestiguan y el mundo entero lo corrobora- Por eso, ahora Chile era más grande. Y el himno nacional cantado por todos, con su presidente del país a la cabeza, alcanzó muy altos niveles de patriotismo-