El imperio no consigue ganar la posguerra en Irak y la estrategia montada por los halcones del Pentágono y de la Casa Blanca se está desmoronando hasta el extremo de tener que recurrir a la ONU, organización a la que despreciaron y calificaron de inútil e irrelevante.

DESESTABILIZACION

A cuatro meses del presunto fin de la guerra anunciado por el presidente de Estados Unidos, George Bush, a bombo y platillo, Irak es hoy un país sin ley, desestructurado, con la aparición de fracturas religiosas, en el que faltan los servicios más elementales, como el agua y la electricidad, y en el que los atentados de todo tipo --terroristas o de la resistencia, contra las tropas ocupantes, contra los organismos internacionales, contra los propios iraquís y contra las infraestructuras-- están a la orden del día. La caída del régimen de Sadam Husein iba a inaugurar un nuevo orden en la zona, que tenía que pasar por la solución del conflicto entre Israel y los palestinos. Asistimos, por el contrario, al entierro del programa de mínimos que era la Hoja de ruta, al fracaso de la opción prooccidental de Abu Mazen, que ayer dimitió como primer ministro palestino, y al recrudecimiento de la violencia en Oriente Próximo. Israel ha reanudado los asesinatos selectivos y ayer intentó matar al líder espiritual de Hamas Ahmed Yasín. Mientras tanto, en Afganistán, los talibanes resurgen.

MAS TROPAS Y MAS GASTOS

Tras haber creado tales desaguisados, el Reino Unido reconoce que las tropas sobre el terreno no son suficientes para evitar "un desastre". Por su parte, Washington admite que no puede mantener el despliegue militar y que el coste de la operación bélica y de la reconstrucción, a sufragar por los contribuyentes, será el doble de lo inicialmente previsto, mientras que Halliburton y otras empresas de este grupo vinculado al vicepresidente Dick Cheney están haciendo pingües negocios con unos contratos adjudicados a dedo.

FUERZA MULTINACIONAL

Tras verse acorralado en un callejón sin salida por la ignorancia, la arrogancia y el mesianismo del presidente estadounidense George Bush y el primer ministro británico Tony Blair, pantano en el que también se ha metido España por el seguidismo de Aznar, Washington busca ahora la complicidad de la ONU. La organización internacional no puede permitir que Irak y toda la región se hundan en el caos y, por tanto, debe contribuir a su estabilidad. Pero EEUU, incapaz de gestionar la crisis, no puede insistir en mantener el mando. Debe ceder el paso a una fuerza multinacional que no opere desde una óptica de ocupación. Sólo así podrá consolidarse la paz.