TFtrancia está inmersa en una profunda crisis que afecta a los elementos centrales de la nación. El inmovilismo político, económico, social pero también intelectual y moral la han llevado al declive. A lo largo de los últimos treinta años, el Hexágono se ha deslizado por la pendiente de la decadencia económica, ha perdido peso en la escena internacional y ha mostrado una incapacidad absoluta para responder a los desafíos planteados por el mundo de la post Guerra Fría. Los franceses se enfrentan a una diabólica elección o bien aplican una terapia de choque destinada a modernizar el país a marchas forzadas o se verán abocados a un declive no pacífico definido por la progresión de los extremismos y por una aceleración de la violencia social.

En Francia domina un pensamiento único, un consenso social-estatista y hostil al capitalismo, en cruzada contra la inteligencia y la modernidad. La globalización, la debacle de los sistemas económicos cerrados y administrados, la crisis del Estado de Bienestar... son hechos que no afectan al Hexágono ni lo fuerzan a introducir reformas para adaptarse a un entorno radicalmente distinto al del pasado. Ante este panorama, los electores y las élites están unidos por un egoísmo enfermizo en una estrategia del avestruz que les hace olvidar los efectos letales en el medio y en el largo plazo de sostener lo insostenible, de intentar salvar lo insalvable.

Ningún gobierno, ninguna formación política gala ha planteado un proyecto global y coherente de modernización en los últimos veinte años. En lugar de explicar la situación real del país a los ciudadanos para que tomen conciencia de la necesidad del cambio, lo esencial del discurso público francés se ha consagrado al inmovilismo en nombre de la excelencia de la excepción francesa. La preferencia por la demagogia y el rechazo del libre mercado son los principales valores compartidos por el Gobierno y por la oposición. La V República atraviesa una coyuntura crítica. Cuando un régimen político se instala en la esquizofrenia paradójica entre la defensa a ultranza del status quo y/o movimientos antisistema para, curiosamente, salvar ese status quo, está al borde del precipicio. Ojalá se cumpla el viejo aforismo del general De Gaulle : "Francia sólo hace reformas ante la amenaza de la revolución". Ello supone romper con el estatismo. La pregunta es de dónde van a salir los reformadores y si tienen alguna opción de ganar.

*Periodista