TYta señalaban los juristas que era técnicamente insostenible la postura del PP en su simultánea pretensión de personarse como acusación particular en la causa por la llamada Operación Gürtel y, ya como parte del proceso, recusar al juez Garzón por enemistad manifiesta.

Aceptar la personación del PP como parte del proceso suponía para Garzón admitir a trámite la solicitud de que se apartase del caso o fuese apartado por quienes pueden hacerlo. Rechazado lo primero y no hay lugar para lo segundo. Es decir, el PP no puede recusar al juez si no es parte del proceso. Y no será parte del proceso porque el juez lo ha denegado.

Difícil decisión, también desde el punto de vista técnico, pues la personación que solicitaba el PP era como acusación particular. Eso le facultaba para formular acusaciones contra funcionarios o autoridades públicas que hayan podido incurrir en los delitos imputados. Asimismo se supone que, como parte acusadora, se pensaba alinear con el ministerio fiscal en la "averiguación y persecución de los hechos presuntamente delictivos" que hayan podido cometerse.

Nada que objetar al alineamiento judicial contra la corrupción en ámbitos políticos e institucionales. Sin embargo, la recusación de Garzón por "enemistad manifiesta contra el PP" demostraba que de momento la vocación acusatoria del PP se concentra de forma exclusiva en el juez porque los responsables de este partido se sienten indefensos. Querían ser parte del proceso para acusar a los corruptos pero solo se defienden acusando a Garzón ¿Se trata de estar en la acusación o en la defensa propia?

Y todo por estar convencidos de que este juez no tiene otra meta que sentar en el banquillo a cargos del PP. Pero eso es ponerse la venda antes de la herida. Y alimentar el proceso de asignación de intenciones ajenas que caracteriza el debate político-mediático y nos hace perder las luces de posición.