Formalmente, el plan del eje franco-alemán para que una troika presida y dirija la UE es una mera propuesta a la Convención Europea y puede no ser aceptada, pero es innegable que ocupará la agenda de la refundación de la Unión por tiempo. La razón es que Francia y Alemania siguen siendo el activo motor político y económico de la UE mientras el Reino Unido, sin euro, sin programa de Schengen y tan vinculado a EEUU, es social y políticamente percibido como un socio menor y funcional. Con todo, la fórmula de París y Berlín no es de recibo sin más, y, como toda bicefalia, suscita alguna aprensión y puede presentar inconvenientes. Aunque la emergencia de un poderoso jefe de asuntos exteriores y de seguridad podría atenuarlos al consensuar ciertas decisiones difíciles, ya que el déficit de la UE es su debilidad en tales asuntos y la falta de una política internacional propia, autónoma y eficaz. Hace bien Aznar en considerar la propuesta digna de consideración. España es un socio de peso en la UE y debería clarificar su criterio. El presidente instauró una luna de miel con Blair, que ha perdido intensidad, y debería reconsiderar sus opciones de conjunto: París y Berlín son un faro europeo cuya luz es, simplemente, insoslayable.