Decepcionante cumbre de la Unión Europea. En la parte positiva, la constatación de que las conversaciones sobre el brexit han avanzado lo suficiente para iniciar la segunda fase. El resultado sobre el resto de cuestiones que había sobre la mesa entra en el balance negativo. Lo peor ha sido la vergonzosa respuesta dada al tema de la inmigración en un momento en que se nos ha revelado con meridiana claridad la barbarie en forma de esclavitud, de tráfico de personas, de violaciones de todo tipo, en territorio libio, aunque no solo allí. Pero los líderes europeos han preferido ignorarlo antes que hacer un esfuerzo solidario. Un mal resultado de esta discusión ha sido la división en la cima de dos instituciones europeas, la Comisión con Jean-Claude Juncker defendiendo las cuotas, y el Consejo con Donald Tusk descalificándolas quizá con un ojo puesto en la política local de su país, Polonia. Es verdad que las cuotas se han mostrado ineficaces. Es decir, hay culpables de que haya sido así, son más de uno y de dos, y tienen nombre y apellidos. Tampoco se ha caminado hacia la reforma del euro, que ha quedado para una nueva cumbre y supeditada a acabar la unión bancaria y la creación de un fondo monetario europeo. La debilidad de Angela Merkel en Alemania se deja sentir con fuerza en la UE.