Una de las quejas seculares de los extremeños es que mientras nosotros producimos, las mayores ganancias se las llevan o los intermediarios o los que transforman los productos o los vendedores finales. El cambio habido en los últimos años no ha sido suficiente para que esa queja, casi siempre referida al sector primario, deje de ser real. Ha habido avances en sectores como el del tomate, el de los quesos o el del cordero, pero hay otros, como el frutícola, que su porvenir se encuentra todavía en manos de otros.

Este año la cosecha de frutales es, en términos generales, buena y, sin embargo, los agricultores están que trinan. Y algunos se piensan si recolectar o no porque no salen las cuentas. El pasado jueves la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) protestó en la calle de la manera más eficaz: regalando la fruta y, con esa acción, informando a los ciudadanos de la difícil situación en que se encuentran. Piden una ley de márgenes comerciales que les defienda de los que hacen las grandes ganancias a su costa, pero mientras llega esa ley, quizá fuera menos incierto que los fruticultores pensaran en organizarse y en constituir sociedades de comercialización de sus productos. Porque la mejor defensa de los intereses de cada cual es la que hacen los propios interesados.