WCwon las 11 víctimas del incendio de Guadalajara recién identificadas y con las llamas aún por extinguir, el PP se lanzó ayer a desgastar al Gobierno de Zapatero aireando que la catástrofe forestal era mucho peor que la del Prestige. Es obvio que ambos son sendos desastres, sólo comparables desde la politización partidista que practican los populares. Porque, como sensatamente dicen algunas víctimas de este fuego, ahora los políticos deberían distraer las energías de sus intereses para centrarlas en impedir nuevos sucesos.

En Guadalajara fallaron muchas cosas que dependen de la Junta, de la que cabe esperar respuestas y una lección de responsabilidad. Habrá que aclarar en qué condiciones trabajaban los jóvenes muertos de la empresa Tragsa. Y también por qué no se pidió ayuda ni se aceptó la de otras autonomías. Pero más allá de Castilla-La Mancha, urge replantear la política antiincendios de un país descentralizado. Para asegurar, en la línea de lo propuesto por Rodríguez Zapatero , los mecanismos de coordinación del Gobierno central con las comunidades, la prevención y la severidad de las sanciones. Sólo así se afrontará con eficacia un problema que no es exclusivo de nadie, sino asunto de todos.