En el fútbol, una de las estrategias defensivas más arriesgadas, y también más eficaces si se ejecuta bien, es el fuera de juego . Intervienen en ella tres actores: el jugador que da el pase, el que lo recibe y los defensas del equipo contrario. El jugador que da el pase debe asegurarse de que cuando el balón sale de su pie, su compañero lo recogerá antes de rebasar la línea defensiva. Por el contrario, si los defensas logran dar sincronizadamente un paso hacia delante, dejando atrás al ariete antes de que se produzca el pase, el ataque quedará neutralizado y se consumará el fuera de juego. Así pues, esta estrategia se basa en la coordinación y la anticipación. Frente a ellas, sólo cabe que el atacante muestre rapidez y astucia, iniciando un movimiento hacia la espalda de la defensa antes de que ésta pueda reaccionar.

No valen defensas lentos, ni delanteros torpes, cuando jugamos al fuera de juego . Hoy, mientras en España asistimos a la tragicomedia de una clase política que ni siquiera se pone de acuerdo para responder conjuntamente al terrorismo, conviene recordar algunos principios del deporte rey para alumbrar ciertos comportamientos.

XEL PSOEx se ha adelantado al PP, dejándolo fuera de juego, cuando apoyó desde el principio la manifestación convocada en Madrid por los sindicatos y algunas asociaciones de emigrantes ecuatorianos. En vez de seguir el movimiento de la defensa adversaria, precisamente en uno de los lances más críticos del partido, el PP estuvo falto de reflejos cuando decidió no asistir a la manifestación. El fuera de juego lanzado por el PSOE se consumó cuando en la polémica pancarta acabó figurando la palabra "libertad", cuya inclusión había sido el caballo de batalla de un PP atrapado ya en las redes de su adversario. Aunque las explicaciones de los populares sean asumidas por su electorado, lo cierto es que al resto de la sociedad le costará entender que el partido que más insistía en la libertad y la lucha contra ETA, no haya querido sostener la pancarta donde figuraban esos valores. Los silbidos que habrá de soportar el equipo de Rajoy serán aún más intensos si además tenemos en cuenta que la megafonía del campo --la mayoría de los medios de comunicación-- sintonizan claramente con su rival. Cuando además de tener a la afición en contra, no te anticipas a los movimientos del otro equipo, tu destino es pasar frío a la sombra de su defensa.

Sincronía, coordinación y anticipación han sido las virtudes de una defensa socialista en horas bajas, quebrada, desemblantada y casi colapsada desde que un sector del fondo norte quisiera lanzar bengalas mortíferas al campo de la democracia. Por eso mismo, porque el terreno de juego se ha llenado de humo, sangre y escombros, es necesario suspender el partido. En vez de pensar en fueras de juego , balones a la espalda, zancadillas de última hora y rápidos contraataques, procede detener el reloj y sopesar responsablemente la situación.

Es legítimo que los partidos políticos se enfrenten en democracia, pero esa natural diferencia se torna perversa cuando gira en torno a la política antiterrorista. Cada uno puede disponer su alineación como considere oportuno para golear al otro, siempre y cuando ambos acepten las reglas del juego, pues este respeto al reglamento diferencia a los adversarios de los enemigos. Los primeros compiten aceptando las reglas, los segundos quieren ganar siempre aunque sea saltándoselas. El Bar§a y el Madrid son adversarios, pero los Boixos Nois resultan enemigos para ambos.

Aunque las diferencias entre Zapatero y Rajoy hagan de ellos dos adversarios irreconciliables, ambos deben esmerarse en derrotar a ETA, su enemigo común. Pero en fútbol como en política, el gran error se comete cuando nuestra obsesión por batir al adversario nos lanza en brazos del enemigo. Es entonces cuando conviene recordar los partidos benéficos contra la droga, donde los equipos que se enfrentan no están pensado en fueras de juego ni en faltas estratégicas. Da igual el resultado, pues la única victoria se alcanza cuando desactivamos la amenaza que nos ha reunido en el mismo terreno de juego. Por encima de pancartas y lemas, de anticipaciones, sincronizaciones y megafonías, lo único que deberíamos tener claro los demócratas es que la mejor manera de golear al enemigo es intercambiarse la camiseta con nuestro adversario, aunque sea en el último minuto.

*Profesor de Historia Contemporáneade la Universidad de Extremadura