TEtsta semana, las jugadoras del equipo de fútbol sala Encofra-Navalcarnero, después de dejarse la piel cada fin de semana en los terrenos de juego, han decidido mostrarla a través de las páginas de Interviú. Es su forma de llamar la atención. Hartas de que nadie les dé bola, de que las ignoren, de ser unas auténticas desconocidas a pesar de jugar en uno de los mejores equipos del mundo, según dicen ellas, han tomado la decisión de aparecer desnudas en una revista.

En el mundo hay 160 millones de personas federadas en algún equipo de fútbol. De ellas 120 millones son hombres y 40 millones, mujeres. Un tercio del total que no se corresponde con idéntica proporción en la repercusión mediática de su actividad. En España hay más de 11.000 mujeres dedicadas al fútbol de las que prácticamente no se habla en los medios. Una de ellas, Rocío Guerrero , jugadora del Atlético Jiennense, equipo de la Liga Nacional Femenina, ocupó ayer de manera inesperada espacios estelares en periódicos, radios y televisiones por los tres puñetazos que propinó al árbitro en el último partido de la competición. La paliza le ha costado seis meses de sanción y una denuncia judicial del árbitro agredido. Pero sobre todo le ha proporcionado una gran e injusta popularidad.

Todos recordamos el cabezazo que Zidane propinó a Materazzi en la final del último Mundial de fútbol. Fue una acción impresentable en el momento menos adecuado, cuando estaba disputando los últimos minutos de su carrera profesional. Pero a Zidane lo hemos visto crecer y triunfar como futbolista de formas impecables y aquel borrón apenas quedará como una desafortunada anécdota en su vida deportiva. No es el caso de Rocío, a la que no habíamos visto en la vida y a la que no veremos seguramente salvo que tenga que comparecer ante un tribunal o pose desnuda en Interviú. Quizás interese a los medios su regreso a los campos, dentro de seis meses, para que las cámaras comprueben si su irascibilidad fue coyuntural o patológica. Y entonces se recordarán los tres bofetones al árbitro.

Es así de triste. Y es una injusticia que, por cierto, se extiende a casi todas las parcelas de las actividades protagonizadas por mujeres, y que afecta incluso a aquellas que han llegado a la elite. El tercer Tour de Joane Somarriba tuvo una repercusión infinitamente menor que la lograda por las gestas de Miguel Indurain . Y en la nómina de españoles que han logrado ganar el Roland Garros no es infrecuente que se olvide a Arancha Sánchez Vicario , que lo ganó en tres ocasiones. Pero claro, ella es española , en femenino.

No confío en que las cosas cambien. Pero no hay que perder la esperanza de que las mujeres dejen de estar fuera de juego y se las observe por sus logros normales y no sólo cuando protagonizan rarezas.

*Periodista