La serie no estaba mal, y además, como solo existían dos canales, veíamos lo que fuera. Contaba la historia de un hombre del futuro que descubría de repente que no habitaba en Jauja. En su mundo no existían personas ancianas, porque cuando cumplían 30 años, desaparecían para reencarnarse en otro más joven (o eso les decían a los pobres ilusos).

Logan averigua que en realidad los matan y huye en busca de un lugar mejor, llamado El Santuario. Como dejó de emitirse, no sé si consiguió encontrarlo. Me ha dado por pensar en ello al leer las declaraciones del ministro de finanzas japonés, tan parecidas a las de Lagarde , presidenta del FMI.

Según ellos, el problema es que los ancianos no se dan prisa en dejar este mundo y gastan un pastón en medicinas y hospitales. El japonés ha sido más directo al dividir a los pacientes en gentes de tubo o sin tubo, para referirse a los desalmados que siguen viviendo a pesar de no poder alimentarse sin ayuda.

Lagarde, más metafórica, dice que el problema es el aumento de la esperanza de vida. Y se quedan tan tranquilos, como dos quinceañeros descerebrados a los que se les acabara de ocurrir el último vídeo para colgar en youtube, solo que en este caso no produce risa sino espanto. Cómo se puede ser tan inhumano, y además tan necio. Nadie, ni siquiera ellos, está a salvo del paso del tiempo. O a lo mejor sí, y por eso sonríen ufanos mientras hablan. A saber en qué reencarnaciones, recortes sanitarios o negro futuro están pensando. El presente adquiere tintes de ciencia ficción, el estado de bienestar es una utopía y aún no sabemos si Logan fue capaz de encontrar El Santuario.