Todos hemos soñado o incluso seguimos soñando en ser algún día funcionarios públicos, entendiendo que con ello nos garantizamos el empleo y el sueldo para toda la vida y que en cierto modo, vamos a vivir mejor, a pesar de que alguna vez --quien más y quien menos-- haya criticado duramente a algún funcionario, generalmente por sus fallos o por sus hábitos poco afortunados, especialmente en lo que se refiere al trato con ciertas personas, en muchas ocasiones analfabetas o sin estudios. Después de hojear el estudio que el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA) ha elaborado con respecto a la motivación de estos empleados públicos, entiendo en cierto modo, que algunos personajes --que no todos-- con los que me he topado, sean poco agradables y yo diría incluso que pésimos funcionarios. Y es que según se desprende del estudio mencionado, el 84% de los empleados públicos consultados no se siente motivado ni animado, y el 61% no halla un ambiente cómodo en el que poder desarrollar su profesión.

Los prejuicios, la envidia y los conflictos personales son, de acuerdo con el 44% de los encuestados, las causas principales de que el entorno laboral sea "individualista" y "competitivo", lo que se traduce en la ausencia de libertad para expresarse. Por otra parte, el estudio afirma que no existe planificación y organización laboral, ya que el 70% de los encuestados estima que la carga de trabajo no es acorde con los medios de que dispone la Administración y que los objetivos no son realistas (78%).

Estos datos y algunos más que se recogen en el documento, imagino que extrapolables en gran medida a otros ámbitos que no sean los funcionarios de Hacienda, vienen a significar que nuestros funcionarios necesitan algo más que un Estatuto (Ley 7/2007) que regule su profesión. Me temo que se trata más de trabajar la motivación con técnicas apropiadas y sobre todo, organizar con eficacia y eficiencia su trabajo, algo que necesita de mucha reflexión, compromiso y aprendizaje.