Periodista

Comprender al otro es lo más difícil de este mundo porque supone meterse en su piel y tratar de mirar con sus ojos. Cuentan los que lo han logrado que la visión puede ser hasta traumática y algunos entran en estado de shock; eso sí, ya no vuelven a ser los mismos y dejan de llamar hijos de puta al contrario, sobre todo al vecino del quinto.

Cuando hay un problema o cuando el problema se encona de tal forma que deviene en un conflicto o en un dramático cáncer, pocos echan la vista atrás para repensar el momento en el que se produjo el error de concepto, la desviación en el camino, la bifurcación insalvable.

Entre herencias históricas e inventos melancólicos, España, las Españas, ha tenido un secular problema. Hace ocho años, cuando Aznar ascendió a los cielos del poder, la situación con las autonomías, incluidas las privilegiadas como Cataluña y País Vasco, no era del todo mala. Ahora, hasta se modifica el Código Penal para tratar de reconducir algunas ansias independentistas, evidencia clamorosa del fallo de lo político, que es como se resolvían antaño las diferencias, desde que se inventaron los estados modernos, con la trágica y abundante salvedad de las guerras entre naciones, tan abundantes en este viejo continente que no logra ponerse de acuerdo sobre su futura Constitución.

El domingo se ofició el pacto, emanado de las urnas, para gobernar Cataluña. Como en botica, se pudieron hacer otras combinaciones, pero ésta ha sido la elegida. Y ha nacido una nueva bicha, la que proclama a los vientos que Extremadura será una de las regiones más perjudicadas. Sin análisis previo, solamente siguiendo el hilo conductor del Gobierno de Aznar que no ha esperado ni un solo día para seguir empuñando el hacha de la guerra dialéctica primaria, ésa que cala en los escuchantes y veedores de sus medios de comunicación. Todo para conservar el poder, no sabemos si es porque debajo de las alfombras se acumula tanta porquería disfrazada de recalificaciones e intereses que prefieren hacer el harakiri a toda la nación antes de caer en el vértigo de la oposición e irse a meditar sobre sus errores y aciertos.

Sonará a lo que quieran ustedes, pero uno se fía que con el presidente que tenemos, Extremadura no saldrá perjudicada, desde luego no más que en estos últimos ocho años en que la derecha se instaló en la Moncloa. Precisamente, Rodríguez Ibarra, en el acto de presentación del libro de María Antonia Iglesias La memoria recuperada , en Badajoz la semana pasada, describió tan certeramente la actual realidad que nada nos puede sorprender con tal de emular el juramento de la protagonista de Lo que el viento se llevó de no volver a pasar hambre (es decir, ausencia de poder). Habrá que tener más prudencia a la hora de esgrimir el victimario tras el acuerdo tripartito de gobierno en Cataluña.

El incombustible y polifacético Gabriel Cisneros se queja del fundamentalismo anti Aznar en ciertos medios de comunicación, a propósito del fracaso de la Constitución europea de la nueva UE. Visto lo visto, tiene guasa, pero cada uno cumple con su papel y tampoco hay que darle más importancia. La mimética, repetición de consignas, aburre a las ovejas, sean merinas o churras. Y no hay que sacarse lobos de la chistera.