Un día una amiga tuya, feminista y femenina ella -una mujer puede ser las dos cosas, y quizá sea lo más razonable-, se quejaba de que el fútbol femenino se divulgaba muy poco. Decía que apenas se retrasmiten por televisión partidos de fútbol femenino, tampoco se radian, y se difunden escasas noticias a través de la prensa.

Para ella, el fútbol femenino está muy discriminado con respecto al fútbol masculino. Tú le diste la razón, pero la instigaste a buscar los motivos por lo que esto ocurre. ¿Cuántas mujeres están interesadas en ver partidos de fútbol? ¿Cuántos partidos de fútbol has visto tú?,le preguntaste. Ella sonrío arqueando los labios levemente, quizá para pedir tu condescendencia a la que sería su respuesta, que no hubiese deseado dar:

Nunca había visto un partido de fútbol entero, y conocía a pocas mujeres que se interesaran por el fútbol. Llegasteis a la conclusión de que el fútbol femenino sería tan considerado como el masculino si las mujeres tuvieran el mismo interés por seguirlo que los hombres. Cada día hay más niñas que practican el fútbol, sin embargo el número de mujeres espectadoras sigue siendo muy bajo.

Quizá no deberías ser tú quien escribiese este texto, ya que no eres precisamente un aficionado nato. Tu conocimiento del reglamento y táctica es más bien esencial, partiendo de la subjetividad con que todo aficionado suele analizar lo que sucede en un partido de fútbol. Pero el fútbol también tiene su connotación social -y política-, y analizado desde ese punto, justo es responsabilizar a la mujer, en lo que le toca, de la preponderancia del fútbol masculino con respecto al femenino.

¿Qué ocurriría si a los partidos de fútbol asistieran el mismo número de hombres que mujeres, si los partidos televisados tuvieran la misma audiencia femenina que masculina, si la prensa deportiva tuviese los mismos lectores que lectoras? Pues que todos los equipos tendrían su versión femenina; se hablaría de jugadores galácticos y jugadoras galácticas, y de fichajes millonarios de jugadoras de fútbol. Porque los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, no hacen distinción entre consumidores y consumidoras.