TAtunque la selección española haya tropezado en el debut, aún nos queda una buena sobredosis de pelotas, así que a los marcianos no futboleros más nos vale resignarnos y disfrutar en lo posible de "esa cosa estúpida de ingleses", como dicen que dijo Borges . Por lo menos, la editorial Booket ha sacado un antídoto infalible para irse acostumbrando al veneno: Fútbol. Relatos épicos sobre un deporte que despierta pasiones , de Osvaldo Soriano . Al escritor argentino, dotado de una ironía mordiente, le entusiasmaba tanto el fútbol que se autodefinía en términos heideggerianos como un-serpara-la-Copa-Libertadores, y en esa gavilla de cuentos supo aunar literatura y balón con la mano de Dios. Igual que Maradona .

Tanta devoción despiertan Soriano y su prosa en Italia que el autor cuenta con un club de fútbol que lleva su nombre. Y lo más grande es que el equipo está formado solo por escritores --Alessandro Baricco , entre ellos-- que disputan una liga europea unidos por la pasión futbolística y el oficio de narrar, que en el fondo comparte mucha de la soledad del delantero centro. Pues bien, con motivo del Mundial de Suráfrica, el Osvaldo Soriano FC, en colaboración con La Gazzetta dello Sport , acaba de publicar Era l´anno dei mondiali , una colección de 18 relatos, uno por cada una de las Copas del Mundo celebradas desde 1930. La del año 50 se la han reservado a Soriano y al relato que reinventa la histórica final en que Uruguay derrotó a Brasil por 2 a 1: el maracanazo, una tragedia nacional para los brasileños, se cobró algunos suicidios.

A medida que el lector se adentra en las atmósferas que retrata Soriano comprende que eso del fútbol debe de ser algo más que 22 tipos detrás de un balón. En cada página la condición humana se enfrenta a sus miserias y grandezas. Canchas barridas por el viento en algún pueblo perdido de la Patagonia donde, para marcar el punto de penalti, había que contar 12 pasos de hombre. Partidos melancólicos en que los jugadores siempre eran los mismos o los hermanos de los mismos. Campeonatos los domingos porque no había otra cosa que hacer. Fútbol para vivir.