TEtn una época caracterizada por los grandes pronunciamientos, sorprende la futilidad, es decir la ligereza, con la que muchos se atreven a perorar en público. Cuestiones como el medio ambiente (con el asunto, a modo de ejemplo, de la refinería o la dialéctica en torno a las energías alternativas en Extremadura), el calendario de planificación, puesta en marcha, inauguraciones de las grandes infraestructuras (trenes de alta velocidad, autovías...), las comisiones, pactos, cumbres, acuerdos... sobre los más variados temas (desde el terrorismo hasta las modificaciones de los Planes Generales de Ordenación Urbana) o la incidencia de los cambios sociales sobre la población (lugares para el ocio, consumo de alcohol entre los jóvenes, la educación, la inmigración, el incremento del sector de la tercera edad y los nuevos retos que acarrea...).

Es, en este sentido, en el que la probidad de quien habla en positivo, consigue eludir el engreimiento del que auspicia la animosidad. Así se posterga, se consigue que sucumban los malos augures. Se crea lo que, en otros tiempos llamábamos buen rollo .

Se penaliza al capcioso. Al que utiliza el engaño, el disimulo, la vuelta atrás, pero que en el fondo de su discurso todo es inocuo. No avanza.

No se trata de llenar páginas de periódicos, minutos de radio o televisión, corros en los bares ululando. La ciudadanía valora más al que aporta, al que incorpora a sus palabras argumentos, no sólo racionales, sino comprobables, verificables. Al que sin intención de herir, recuerda. Al que no persigue como objetivo infligir derrota alguna. Al que trabaja, analiza, aporta, con la intención de completar. No de recoger. Por esa razón es lógico que los pensamientos profundos, las aspiraciones colectivas, los sueños de los pueblos, no se pierdan en la rivalidad de los mediocres. De aquellos que magnifican la anécdota. Que buscan el enfrentamiento. Que dividen.

Tampoco está mal la asunción de la crítica. Algo a lo que no estamos acostumbrados. El reconocimiento del error. El propósito de enmienda. La mano tendida al oponente . La puesta en escena de realidades en marcha protagonizadas por ámbitos, personalidades, grupos... variados. La pluralidad a costa de la singularidad. La historia está repleta de grandes nombres pero ha sido el anonimato colectivo el que posibilitó las más importantes revoluciones.

*Doctor en Historia