Del escenario que tiene ante sí el sector energético con presencia en Extremadura emerge como principal protagonista la central nuclear de Almaraz. Al margen de proyectos de futuro como plantas de ciclo combinado y refinerías, y de recursos tan abundantes como el hidráulico, la central de Iberdrola sigue marcando gran parte del devenir del PIB extremeño. El debate, que desde hace años pivota sobre la fecha de caducidad de Almaraz, dio ayer un giro de ciento ochenta grados al asegurar en la Asamblea su director, José María Bernaldo de Quirós, que la central podría alargar su vida por encima del límite establecido en la licencia de actividad, fijado para el 2010. De hecho, anunció que se solicitará el correspondiente permiso para seguir operando como mínimo otros diez años más, hasta el 2020, muy por encima de cualquier previsión formulada por sectores políticos, económicos y sociales extremeños.

Es el debate del cierre de Almaraz, que no su seguridad, y las medidas alternativas para contribuir a paliar la destrucción de empleo que llevará implícito, lo que realmente tiene que abordarse con seriedad por parte de los actores sociales y políticos implicados. Hasta ahora sólo tenemos un baile constante de fechas. Nada más.