TEtstá claro que las enfermedades que nos afectarán en un futuro, a los hombres y mujeres del mundo de hoy --caracterizado por la velocidad y por el desasosiego, por el afán de competencia y de superioridad al precio que sea-- tendrán unos componentes cardio-vasculares y psicológicos de primer orden. Cuando somos jóvenes no somos conscientes de los detalles, impulsados por la fiebre de la superación y del mantenimiento del status social, que con convencimiento, creemos poseer, sin entrar en el análisis de la realidad que nos rodea, en los sentimientos y en las emociones de los más cercanos, la familia, a la que descuidamos en demasiadas ocasiones. Nos vamos acostumbrando a esa dinámica perversa que, más tarde o más temprano, nos pasará factura y que, en el mejor de los casos, nos avisará para que de alguna u otra forma pongamos los medios para atajar el problema. Este tipo de dolencias no sólo afecta a los políticos, como en estos momentos Ibarra , o como también lo padeció Julio Anguita , sino que toca a todos los palos, porque a veces quien verdaderamente facilita que el estrés o las depresiones formen parte de nuestra vida somos nosotros mismos, nuestra percepción en muchas ocasiones equivocada de la realidad, la falta de capacidad de pensamiento y reflexión sobre lo que realmente somos y hacia dónde queremos ir, y lo peor de todo, y desde mi punto de vista, la automatización de todo el proceso en nuestra conciencia de modo que, de manera irreversible en muchos casos, se apodera de nuestra vida y sin darnos cuenta nos convertimos en víctimas de toda una filosofía de existencia muy ligada al sistema económico en el que participamos. Espero que nos paremos a hacer balance de nuestro bagaje personal, profesional y emocional, y analicemos junto a nuestros seres queridos y cercanos, hacia dónde vamos y qué queremos ser en el futuro, y que en el camino encontremos los atajos más idóneos para alcanzar el sosiego y la serenidad que tanto se necesita en estos tiempos.

*Técnico en Desarrollo Rural