Desde hace unos días, la inquietud ha vuelto a los mercados de bonos. El origen es la reunión del Consejo Europeo de finales del mes de octubre que decidió, a iniciativa del Gobierno alemán, modificar el Tratado de Lisboa para convertir en permanente el Fondo de Estabilización (750.000 millones de euros), puesto en marcha en mayo para ayudar a los países amenazados por la falta de confianza internacional y, al mismo tiempo, obligar a los bancos a pagar una parte del posible rescate de los países que lo necesitaran en el futuro.

Alemania tiene sus razones. No quiere una sentencia contraria de su Tribunal Constitucional ni que sus contribuyentes paguen todo el coste de los rescates. Pero la precipitación --y la actitud germana en el Banco Central Europeo (BCE)-- han dado la sensación de que Alemania dudaba del euro. Y decir a los bancos que deberán pagar parte del rescate no anima a suscribir más bonos.

Por eso el diferencial (la prima de riesgo) de los bonos griegos, irlandeses y portugueses con el bono alemán a 10 años se ha colocado en cotas preocupantes del 9%, el 5,5% y el 4,6%, respectivamente. España e Italia también se han visto afectadas. En nuestro caso, el diferencial ha pasado en pocos días del 1,75% al 2,02% (202 puntos básicos). Es un diferencial todavía moderado, aunque cuatro veces mayor que el de finales del 2009.

Las conclusiones son claras. La inquietud no ha desaparecido de los mercados y, de no ser por las medidas adoptadas por los Veintisiete el pasado mes de mayo --tan criticadas por el Partido Popular y por la izquierda--, España estaría hoy como Portugal, con costes de la deuda que ahogarían la muy tímida recuperación.

La otra conclusión afecta más a Europa. El euro --al contrario que el dólar-- es una moneda nueva y común a economías muy diferentes. Y en momentos de gran tormenta, si la Unión Europea no avanza hacia una mayor cohesión, el euro puede acabar bastante mal.

España y el sur de Europa deben ser responsables, pero Alemania, que es quien más se ha beneficiado del euro, según declaró el lunes su ministro de Hacienda, tiene que admitir que no todo son ventajas. Debe saber que movimientos precipitados --quizá correctos a largo plazo-- pueden perturbar a los mercados a corto y complicar la salida de la crisis. El propio Trichet, presidente del Banco Central Europeo, ya se lo había advertido a la cancillera alemana.