Si hay algo en política que resulte difícil de digerir y de saber administrar son las derrotas, y más cuando la victoria está tan alcance de la mano que termina volatilizándose ante el horizonte inalcanzable de los ojos, o cuando la sensación de decepción se instala con una clara intención de permanencia. Entre la victoria y la derrota solo media una línea sutil, quebradiza, apenas perceptible, pero capaz de abrir la sima insondable de un abismo, de satisfacer muchas aspiraciones o de relegar a mucha gente a los espacios exteriores del olvido.

Por eso Rajoy ha rodeado los últimos nombramientos del grupo parlamentario y su futuro equipo, de un incomprensible y prolongado suspense, tratando de dilatar en el tiempo ese hilo de esperanza, capaz de mantener viva la moral, porque mientras quede algo por repartir por mínimo que sea, la fidelidad y las expectativas se mantendrán intactas.

La renovación no ha de centrarse exclusivamente en el ámbito de lo personal, sino que ha de trascender a los principios, a los modos de hacer, a las ideológicas; pero se da la paradoja de que instintivamente, y empezando por el propio líder, todos pretenden una renovación que no les afecte a ellos, por contra la exclusión de cualquier nombramiento es sentida como un agravio y una injusticia, al considerar que se antepone el amiguismo a la capacidad, a la experiencia y al mérito, por eso algunos son capaces de rociar los pasillos de una soflama incendiaria, de fomentar confabulaciones, rumores y extrañas conjuras, cuyo objetivo desestabilizador pudiera tener graves consecuencias para la unidad del partido.

XLOS RESPONSABLESx de los equipos perdedores suelen ser poco dados a la autocrítica, prefieren refugiarse tras el humo de la justificación, buscando una oportunidad continuista que les permita seguir instalados en el puente mando, ya que aunque la oposición es áspera y desabrida, al menos es un espacio al resguardo del viento, desde donde se pueden esperar tiempos mejores. Para romper esa dinámica acomodaticia, deberían cargarse de valor y emprender una confrontación sana, un debate capaz de aflojarle las tuercas a la partitocracia imperante, favoreciendo que las distintas corrientes tengan un espacio al sol, una oportunidad para sacar a la luz las discrepancias y las alternativas, sin poner en riesgo esa unidad que debe prevalecer en cualquier formación política.

A pesar de que esta trama está inspirada más en cuestiones personales que en principios ideológicos, dentro de esta formación conviven dos tendencias perfectamente diferenciadas, una más conservadora representada por Esperanza Aguirre y su cortejo mediático, de corte más sobrio, más recio y más autoritario, y otra capitaneada por Rajoy , a la que se le ha unido Gallardón y la mayoría de los barones autonómicos, orientada hacia los espacios de centro, y más proclive al diálogo y a la moderación. Solamente en el caso de que Rodrigo Rato se decidiera a dar un paso al frente y presentara candidatura junto a la presidenta de Madrid, las espadas se mantendrían en alto en una situación paritaria, en caso contrario es posible que no haya consistencia como para plantear una alternativa capaz de salir airosa.

Lo que no significa que hasta entonces el panorama vaya a estar exento de incertidumbres, de amagos y de turbulencias; donde los peores enemigos serán aquellos que surjan desde dentro; gente que suele terminar impacientándose y cometiendo errores al no saber a qué carta quedarse, ni a qué santo reverenciar. A resultas de todo esto, pudiera surgir un partido más cohesionado, libre de lastre y de presiones externas, renovado en cuanto a personas e ideas, pero sobre todo capaz de superar los recelos, las suspicacias y las desconfianzas que aún subsisten en algunos sectores ciudadanos y territoriales.

Esta densa espera, este aparente vacío institucional, provoca que la situación se descontrole en algunos grupos regionales, que van como barco a la deriva, movidos únicamente por un viento anárquico y desestabilizador, que no repara en convertirlo todo en un erial donde únicamente prosperen las malas hierbas de la confrontación y el desengaño.

Mucho de lo que ahora está pasando hubiera podido evitarse de haberse celebrado el congreso regional en fechas posteriores al proceso electoral autonómico, pero los de Madrid estaban ocupados en otros menesteres, y eran más partidarios de dar largas que de tener que soportar el ruido del desencuentro, mientras que los de aquí preferían poner tierra al medio, cambiar tiempo por olvido.

Urge por tanto crear unas nuevas estructuras que sean capaces soportar estas envestidas, y restablecer el orden interno, pues prolongar esta situación contribuye a aumentar el deterioro, el resquemor y las rivalidades, lo que supondrá una dificultad añadida a la hora de recuperar la normalidad que nunca debió perderse.

*Profesor.