Mariano Rajoy cuenta con Gallardón para la dirección del PP en el caso de que gane el congreso. Es el segundo anuncio del líder del PP tras confirmar que Esteban González Pons también estará a su lado en la nueva etapa. Fiel a su estilo, Rajoy no ha despejado ni en uno ni en otro caso todas las dudas: estarán ahí, pero no se sabe aún en condición de qué. Fiel a su estilo, ha dado las pistas suficientes para desarmar a los adversarios domésticos que le reclaman que dé a conocer su equipo antes del congreso y se reserva los datos sustanciales para desvelarlos a última hora, algo a lo que se comprometió cuando anunció su decisión de seguir.

Cumple también Rajoy con la petición que le hizo Aznar la víspera, entre líneas, cuando le exigió que debía contar con los mejores. Difícilmente puede ponerle un pero Aznar al jefe de su mujer, al hombre al que pidió el sacrificio de abandonar la comunidad para ir a pelear el ayuntamiento y lo hizo con lealtad y eficiencia. Y a los críticos les marca el camino: él va desvelando sus cartas, los otros deberán decidir si van de farol.

Como el señalamiento de Gallardón se produce cuatro meses después de que el propio Rajoy le diera el portazo a las listas del Congreso, las preguntas que cabe hacer son evidentes. El optimista verá en el gesto la prueba de que su decisión de variar el rumbo del partido y deshacerse de quienes durante tanto tiempo, dentro y fuera, le han macado el guión es firme. El pesimista seguirá albergando dudas sobre la metamorfosis y no encontrará razones para pensar que quien durante cuatro años ha sido incapaz de imponer sus criterios pueda hacerlo a partir de ahora.

En la hipótesis más favorable, la repesca del alcalde de Madrid deja en evidencia el tiempo perdido. Porque la confianza de Rajoy en Gallardón viene de lejos. En el anterior congreso del PP le adjudicó una tarea relevante al encomendarle el discurso de apertura. En aquel momento Gallardón se atrevió a hacer autocrítica tras la derrota del 14 de marzo de 2004 y proclamó un "algo debimos hacer mal" que despertó la fiereza de los duros custodios de las esencias ante la que Rajoy dio un paso atrás. Si en aquel momento le hubiera hecho caso, si hace cuatro meses hubiera aceptado su ofrecimiento de acompañarle en las listas de Madrid, quizás las cosas hoy fueran distintas para el líder del PP. Parafraseando al gallego Rajoy, nunca es tarde... o sí.