El gamusino es una animal imaginario utilizado para gastar bromas a cazadores novatos, pescadores, etcétera. Dependiendo del lugar recibe otros nombres, gazgüeno en algunas zonas de Extremadura, gambosí en Valencia o gazafellos en Galicia. La novatada, o broma, radica en invitar al advenedizo compañero a cazar gamusinos de noche mientras los bromistas aparentan cazarlos al grito de "uno, dos tres, cuatro, gamusino al saco". Pues bien, la variante del futuro para cazar gamusinos es cazar Pokemon, de día y de noche, en el campo o en la ciudad, en un cuartel de la benemérita o en el congreso de los diputados, concretamente en este último no solo no hace falta móvil, si no que llevan casi un año buscándolos, a ver si alguno caza algo. Con el Pokemon Go, la locura se ha desatado. Si ya con anterioridad los Pokemon fueron criticados por ocultismo y mensajes subliminales digamos pseudosatánicos y tendentes a la violencia --por cierto, desmentido por autoridades eclesiásticas y religiosas-- entre los más pequeños, ahora estos gamusinos modernos pululan por los mapas de los GPS de los teléfonos de niños y adultos, mezclando imaginación y realidad.

Lo que empezó como anécdota graciosa empieza a no serlo tanto en cuanto se obliga a correr a un determinado lugar real, que puede ser cualquiera, a los "cazadores" del alrededor, que según se ve, y evidentemente bajo su responsabilidad, o irresponsabilidad, abandonan coches, irrumpen en organismos estatales o se atreven a asaltar cuarteles. No es el que juego en sí me parezca mal, siempre y cuando se hubiese limitado al mundo virtual, pero mezclar realidad con ficción cuando hay muchos niños que utilizan la aplicación, pudiera resultar peligroso cuanto menos. Esperemos me equivoque y no haya que lamentar ninguna desgracia.

En fin, cazar gamusinos verdes, naranjas, azules o morados está de moda, a toda prisa y antes que los demás, así y según las reglas del propio juego se podrá evolucionar al Pikachu de turno. Para algunos merece la pena, para otros son juegos que solo mezclan realidad y ficción, pero lo cierto es que un país no se merece seguir cazando gamusinos más tiempo.