Tras la pírrica victoria de Rajoy sobre la tímida y dulce Salgado prosigue el cainismo autodestructivo de su partido y bajo la turbia superficie se adivinan aguas turbulentas. Ricardo Costa , campeón genuino de la patata en la boca y el cuello almidonado, todavía secretario general de PP valenciano según acta del Comité Regional del 13 de octubre, es el único chivo expiatorio en este inacabado Misterio. Destituido entre mentiras el pijo entrañable, las letrinas de un partido repletito de especímenes similares, empezando por su propio jefe y amigo del alma siguen sin sanear. Valencia bien vale un gangoso, concedió el president mientras Rajoy y sus mujeres descabezaban arbitrariamente al privado de Camps , cuyo pecado fue hacer lo que le decían. El atildado dirigente, ni siquiera imputado en toda la pestilente historia interminable, con sus pelucos millonarios y sus poco edificantes conversaciones tan comprometidas como las de cualquier otro, --"te quiero un huevo"--, terminó su carrera política engañado, humillado y lloroso en la agónica tarde en que Génova y el PP valenciano se pusieron en vergonzosa evidencia. Hoy por hoy a Camps, convertido en andrajo el traje de su prestigio, no le cree ni Fraga . Muchos simpatizantes del PP asisten indignados al sacrificio del tonto útil, acusado de nada y culpable de "no estar a la altura", mas no comprenden por qué a pesar de parecer sin serlo un pijimemo ha terminado en la cuneta mientras otros se han ido de rositas. Relegado al último escaño de la bancada popular, no ha vuelto al Parlamento valenciano pero pese a su silencio el cuentón no ha terminado. A todo esto en Madrid, donde Aguirre y Gallardón se insultan a diario, Rajoy sigue en Babia sin acertar a imponer la autoridad de la que abusó cuando le alumbró la luna de Valencia. Alcalde y presidenta esgrimen con descaro el ambicioso rayo que no cesa de su odio mientras fulminan con esmero la confianza de sus desencantados votantes. ¡Y todo el Gürtel en riesgo porque Garzón espió a los letrados!