Los datos publicados hoy por este periódico, recogidos del atestado de la Guardia Civil que levantó al concejal del PP placentino Miguel Antonio García Pintor y que desembocó en una condena de 8 meses sin carnet por un delito contra la seguridad del tráfico al conducir bebido y saltarse un semáforo en rojo, dan cuenta del comportamiento improcedente que tuvo en esa ocasión ante los agentes que le requerían que, como todo hijo de vecino, se sometiera a la prueba de alcoholemia. Pedir que le hiciera la prueba la policía local, primero; resistirse a someterse a ella, después; y, por último, simular por tres veces que sopla y no hacerlo, dan idea de una conducta que casa más con el estereotipo de joven gamberro resistente a la autoridad que de una persona que pide la confianza de los ciudadanos para representarlos en los asuntos políticos.

El PP debe ir más lejos de lo que ha ido hasta ahora para reprender a este concejal --lo que ha hecho es suspenderlo de militancia-- si quiere aparecer como un partido que no tolera este tipo de conductas. El PP pidió al PSOE que echara de su cargo al alcalde de Trujillo, José Antonio Redondo, por un hecho similar. Si este partido quiere ser coherente con las exigencias de entonces, ahora debería expulsar a García Pintor y pedirle el acta.