TLtas tierras de Israel y Palestina son el escenario de la mayor acumulación de reproches, agravios y desatinos históricos. La evolución del mapa de Israel a lo largo del siglo XX dio pocas esperanzas a un pueblo como el palestino, que ha acabado por acostumbrarse a ser el perdedor de todos los procesos de Oriente Medio. No ha habido guerra que no haya concluido con el compromiso de solventar la deuda con un pueblo sin tierra para construir su futuro. Tarde o temprano la paz tenía que edificarse cediendo espacios a un nuevo estado que va a tener tantos enemigos como en su día los tuvo Israel. La negativa de los colonos a abandonar Gaza es una consecuencia de un fuego que el propio Ariel Sharon avivó durante décadas de ocupación y que ahora se vuelve en su contra. Ahora habrá que lidiar con oportunistas como Netanyahu, capaces de tensar la cuerda hasta lo inconcebible para adelantar por la derecha al propio primer ministro y ganar los votos de los exaltados. La solución del poema palestino no será, por desgracia, el fin de los males de Oriente Medio, pero sin su desenlace no nos podemos ni siquiera plantear la paz de la zona.

*Profesor y activistade los derechos humanos