Cuando en el año 1999 el Servicio Nacional de Salud introdujo la prescripción del medicamento genérico --el fármaco sin marca, idéntico en su composición y propiedades terapéuticas al de marca pero más barato porque no hay que pagar los gastos derivados de la misma--, los usuarios los recibieron con reticencias: los tomaban como medicamentos de ´segunda división´, sobre cuya capacidad de curar tenían dudas. Desde entonces hasta hoy, esa percepción negativa se ha ido atenuando y la prescripción de fármacos genéricos no es motivo de discusión entre el médico y el paciente. El resultado es que la extensión de su uso ha sido una de las iniciativas más exitosas de las autoridades sanitarias. Y ello porque la factura farmacéutica ha sido tradicionalmente una de las mayores amenazas que se han cernido sobre el sistema sanitario español, caracterizado por su universalización. Antes de la aparición de los genéricos, la factura farmacéutica subía cada año un 12% y hasta un 15%. Ahora la subida es de alrededor de un 5%. Este descenso no se debe exclusivamente a los genéricos, sino a otras medidas como la implantación de los precios de referencia, pero sí forma parte importante de la política de ahorro en medicamentos. Extremadura ha ahorrado, por la prescripción de genéricos, 181 millones de euros en diez años, lo que representa algo así como la mitad de su factura farmacéutica actual. Es mucho, pero es poco. Todavía tenemos unas tasas de penetración de genéricos que son la mitad de las europeas. Queda camino por recorrer, ahorro por obtener. Y en Sanidad, ahorrar es esencial, porque significa posibilidades de mejorar la atención.