Cuesta encontrar una definición para el término gente normal . Normalidad es un concepto con muchos matices; y la palabra gente no digamos. Pero algo sí podemos sacar en claro con la que está cayendo. La gente normal no va en coche oficial, no cobra por desplazarse a su lugar de trabajo ni por asistir a reuniones donde se sonríe y bromea, se miran unos papeles y parece que se hace algo. Tampoco suele está pendiente del IBEX para firmar cientos o miles de cartas de despido, no hace decretos y no manipula cifras ni leyes. La gente normal hace ´buf´ al ver los precios de tomates y melocotones que compra contrariada, porque no queda tiempo y hay que recoger al niño en el colegio que no le correspondía; no le concedieron plaza donde le tocaba (haber censado a tu hijo en un domicilio distinto o mentido en la declaración, como hacemos todos). Peor aún --piensa la gente normal--: nuestros hijos difícilmente conocerán ya el sabor de los tomates y melocotones de verdad.

La gente normal hasta se sube a una grúa para pedir trabajo; y terminará arrojando huevos y concentrándose ante las dependencias oficiales y consejos de administración de las empresas; peregrina y tiene más fe en el sorteo de la primitiva que en la Santísima Virgen de la Recuperación Económica; irá de vacaciones al pueblo de los abuelos esta verano - y los siguientes -; se está planteando si merece la pena dar la cara por unos jefes designados a dedo. La gente normal esperará dos o tres meses su cita con el especialista para saber si tiene cáncer; aceptará resignada las subidas de recibos e impuestos con la certeza de que eso no beneficiará a la gente normal, sino a la otra, la gente que se sabe superior y distinta, inmune a recesos y excesos; la gente que puede hacer con la gente normal lo que le plazca, porque conoce a gente que controla el tema y lo puede arreglar.

Esa gente que sabe y a la que le interesa que la gente siga siendo gente absolutamente normal, la que hace sus cuentas cada día y nada, absolutamente nada, le cuadra.