Es uno de los términos recurrentes de la política española: la dificultad de alcanzar mayorías absolutas conduce a la necesidad de pactos, tanto a nivel del conjunto de España como autonómico. Cuando un partido gana las elecciones, pero su mayoría es relativa, puede optar por un pacto de legislatura o por pactos de geometría variable, que significa tanto como buscar en cada momento el aliado parlamentario más adecuado según la materia o, aunque suene mal, el más barato.

Pero habría otra forma de hablar de geometrías políticas variables. Ante la posibilidad de que el PSE y el PP se pusieran de acuerdo para gobernar Euskadi, admitiendo el PP un Gobierno en solitario del PSE, una de las cuestiones que más se han planteado en toda España por parte de analistas de todos los colores ha sido la inmensa dificultad que entrañaba ese pacto, e incluso la debilidad del Gobierno naciente, dada la mala relación de ambos partidos, su encarnizada lucha en el conjunto.

Es decir: se niega la posibilidad de pactos de geometría variable porque no puede existir una forma de gobernar en el Ejecutivo central y otras formas diferentes, con pactos distintos, en las autonomías. Y resulta llamativo ver subrayada la debilidad del Gobierno que se apunta en Euskadi, la debilidad y previsiblemente corta duración del Gobierno de Patxi López , desde posiciones que defienden la España plural, con el argumento de que las elecciones europeas, luego las autonómicas y por fin las generales obligarán a PSOE y PP a enfrentarse sin miramientos.

XNADA DE ESPAÑAx plural. En lo que a pactos políticos y composiciones de Gobierno se refiere, España debe ser unitaria. Solo puede existir un tipo de pacto político en cada momento: el que sirve al fortalecimiento del Gobierno central. Las autonomías se tienen que regir por esa exigencia uniformizadora. Nada de geometrías variables. Nada de un tipo de pacto en el Parlamento central, otro tipo de pacto en Euskadi y otro, por ejemplo, en Andalucía. Todo debe estar cortado por el mismo patrón. Debemos ser tan partidistas, tan acérrimos en la defensa de los intereses de partido, que ello debe conducir a defender la misma posición --no respecto del gobierno de las cosas, sino respecto del otro partido que puede gobernar en el centro-- de la misma forma en todas las autonomías y en el centro.

De vez en cuando conviene mirar hacia otros lados, hacia países que no pocas veces aparecen como modelos, si no a copiar, al menos de los que aprender. Sería realmente interesante que algún medio de comunicación se pusiera manos a la obra, y nos pudiera trazar mapas de gobiernos de geometría variable en países federales. A falta de ellos, apuntaré algunos datos de propia cosecha.

En Alemania gobierna en la federación una coalición llamada grande, compuesta por los dos partidos de masa, los democristianos (con los cristianosociales bávaros) y los socialdemócratas. Las encuestas dan como más que probable que el próximo Gobierno tras las elecciones generales, en septiembre de este año, estará formado por los democristianos y los liberales.

En Baviera, tras las últimas elecciones, gobiernan los cristianosociales con los liberales, que en estos momentos son oposición, y dura oposición --de la que en España se llamaría crispada-- en Berlín. Lo mismo sucede en Baden-Württenberg (Stuttgart). Pero en Brandeburgo (Postdam) gobiernan los socialdemócratas con los cristianodemócratas; en Sajonia (Dresde), a la inversa: son los cristianodemócratas quienes gobiernan con los socialdemócratas. En Hamburgo, sin embargo, gobiernan los demócratacristianos con los verdes, mientras que en Mecklenburgo-Pomerania Anterior y en Berlín han gobernado durante muchos años los socialdemócratas con la Izquierda (antiguos comunistas de la DDR más los salidos del SPD). Y la apuesta, fallida, en Hesse (Fráncfort) ha sido que gobernara el SPD en minoría, tolerado desde el Parlamento por la Izquierda.

Como se ve, una geometría totalmente variable, en la que la forma de Gobierno en Berlín no hurta de posibles gobiernos alternativos a los habitantes de cada uno de los estados. Todo ello conduce a un enriquecimiento político, a una Cámara alta en la que está directamente representada la pluralidad territorial a través de sus respectivos gobiernos, que realmente puede ejercer de contrapeso a la representación igualitaria de los ciudadanos en la Cámara baja. Todo muy plural, muy enriquecedor, de geometría muy variable.

Pero aquí no. En nombre de la lealtad a quien en cada momento manda en Madrid, caso de que no tenga mayoría absoluta, tan cara ella en España, nada de geometrías variables, pues, de lo contrario, cada Gobierno estaría condenado a la debilidad, a no poder durar, a la inestabilidad, porque se supone que los partidos son incapaces de hilvanar un pensamiento complejo, porque, desde un discurso que tanto subraya la España plural, solo se es capaz de pensar en coordenadas de homogeneidad de pactos. No vendría mal que nos preguntáramos por las razones.

*Presidente de Aldaketa

(Cambio para Euskadi).