Escritor

Después de la guerra, teníamos los españoles una vaca lechera; una casita de papel porque las de adobe eran para policías secretas y maestros del SEM y teníamos el PMM, o sea el parque móvil de los ministerios; teníamos la guardia mora; teníamos pasodobles y bandas de trompetas... En fin, teníamos muchas cosas, pero había cosas intocables, como era la hipoteca. En las grandes familias, la palabra hipoteca, por el solo hecho de mentarla, corrías el riesgo de ser defenestrado de la familia. Cuando una familia hipotecaba una finca o una casa, es que la bancarrota estaba a la vuelta de la esquina. La palabra hipoteca se pronunciaba en sordina:

--No se lo digas a nadie, pero los García han hipotecado la finca.

Eso que es hoy lo más corriente del mundo, porque el ser humano occidental ha aceptado la bancarrota pase lo que pase, en aquella época era un signo de inmensa desgracia. A veces estas hipotecas se hacían, no con un banco, sino con el que prestaba a usura que depositabas o le depositabas la finca y él te prestaba la cantidad cuyos intereses no tenían límite. Es decir, sabías de antemano que había llegado tu fin y para que éste fuera menos duro, huías a Madrid, que tras la guerra se llenó de desheredados y arruinados y sobre ellos se creó el barrio de la Concepción y los bares de Perico Chicote y otros donde se ponían al punto las niñas que llegaban de los confines de España con un padre en la cárcel y una madre que no paraba de rezar. Pero la hipoteca, es lo que hoy da para una cena entre amigos y celebrar los plazos concedidos, o sea, veinticinco años por delante, que cuando la pagas estás para verduritas. Pero todo eso ya se ha aceptado como un mal general, y gracias a ellos Botín saca pecho en las asambleas de accionistas.

Yo me pregunto con qué intenciones creó Dios al ser humano. Porque crear por crear, no me parece adecuado. Debió crear y dar la receta, pero si encima te dice así que no, para qué te creó. Salvo que sirva eso para que Floriano le diga a Rodríguez Ibarra que no sabe gestionar, pero está por ver qué es eso de la gestión, que ni Dios se atrevió a hacerlo, pero Floriano ya se sabe...