El PP sigue lanzando cortinas de humo para no responder a las numerosas preguntas que se le han formulado sobre su relación con los dos diputados desertores del PSOE y con los constructores sospechosos de estar en su trama. Para los populares, todo se limita a un problema ideológico de los socialistas. Ayer Rodrigo Rato fue por ahí diciendo que el único indicio de corrupción son los planes de vivienda pública de Rafael Simancas, a los que calificó, en recuerdo del escándalo que afectó a UGT, de "nueva PSV". Al mismo tiempo que el fiscal general del Estado reiteraba su negativa a investigar, Javier Arenas y Ana Mato afirmaban que sólo hay que indagar sobre "la trama inmobiliaria" del socialismo madrileño.

El alcalde de Madrid y presidente en funciones de la comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón, se resiste a seguir ese guión irracional y ha destituido al director de una empresa pública, Fernando Bastarreche, que le ocultó sus relaciones con los protagonistas de la trama inmobiliaria. Es la primera grieta en la estrategia popular. Luego, la incomodidad del PP ante este gesto de Ruiz-Gallardón muestra su escaso interés por aclarar lo que hay detrás de la maniobra de privarle a unos partidos de la victoria que les adjudicaron las urnas.