Había una vez una tierra de pueblos blancos donde mandaba el hambre. Donde no todos comían, porque no todos tenían trabajo. Donde la plaza del pueblo era el humilladero de los jornaleros sin pan. Porque el trabajo lo repartía el manijero y el reparto lo hacía a su conveniencia. Porque la vara del amo sale del tronco del hambre de los que no mandan ni siquiera en su hambre. Tú sí, tú no,… Tú comes hoy, tú no. ¿Por qué? Porque lo mando yo. Así de simple.

Y ahí sigue la tierra de los pueblos blancos donde sigue mandando el hambre. El hambre de los que pasan por el aro y el hambre de los que miran para otro lado. El hambre... que todo lo puede.

Dicen que en Gisvesa dan de comer. Tú sí, tú no. El reparto, como el amo, lo hacen a su conveniencia. Lo que chirría es que la juerga la pagan con el dinero de todos. Todos es un concepto muy amplio, tan amplio que no hay nadie que no sea todos. Los parados, los que pagan impuestos, los que tienen carnet del partido y los otros. Todos. Por eso, al dinero de todos le llaman dinero público. Y para gastar el dinero público, los pueblos civilizados han establecido ciertos criterios y ciertos controles ajenos a la arbitrariedad y la conveniencia del servidor público que los administra. Lo otro es la barbarie, lo otro es la rienda suelta del cortijero.

Los datos, nombres, apellidos y cargos, expuestos a la opinión pública son demoledores. Es más, son descorazonadores. Desgarradores para los que no tienen empleo porque no tienen padrino. Desgarradores para los chavales que salen de nuestras facultades y solo les cabe la amargura de emigrar, porque ni han sido cargos del partido, ni se han presentado en las listas del partido, ni tienen carnet del partido o ni siquiera son hermanos o primos, parientes o amigos, de alguien de dentro del partido. El partido es el amo. Pero que sepan todos que el amo no tiene partido. Porque el amo solo sirve al amo.

Lo de Gisvesa es tremendo. No sé para qué se creó Gisvesa. De momento solo sé que sirve para colocar a los que señala el dedo soberano del señorito. Eso, y que pierde dinero a espuertas. Dinero de todos. Empleo solo para unos pocos elegidos. Como uno está en el mundo, puede entender que se tienda a echar un cable, de vez en cuando, a los más cercanos. Pero aquí se les ha ido la mano. ¿A cuántos se les ha ido? ¿El amo es uno o son varios?

Esto es gravísimo. No vale con recordar que una vez, un día, en una ocasión, uno de los otros contrató de chófer a un primo suyo; no vale con decir que una vez un concejal del otro partido en Robledo de Chavela compró los roscones de Reyes en la panadería de su mujer (sic). No vale, y además es ridículo. No vale tampoco con decir que todos los contratados están plenamente cualificados, porque aunque sea cierto, que lo será, al decirlo se ofende a los 111.385 parados extremeños que no han tenido ocasión de optar a esa bicoca (muchos de ellos, por cierto, honrados socialistas). No vale.

Aquí solo vale denunciar ante la Justicia a los denunciantes si la denuncia es falsa, y, en caso contrario, exigir y rendir responsabilidades políticas. Y, a continuación, investigar si el cáncer se extiende a otras instituciones. Aquí lo suyo es una comisión de investigación en sede parlamentaria en la que se pongan sobre la mesa los datos que hasta ahora se han hurtado al conocimiento público. Una comisión, por cierto, que bien puede arrancar mucho antes de que llegara el PP al poder.

Salvo que el hambre sea mucha; porque, teniendo en cuenta que para esta manifestación nadie va a poner ni autobuses, ni bocadillos, se entiende que bajemos la mirada y besemos la mano del amo. Pueblos blancos.