Hay quien se queja porque tengamos que ir a votar nuevamente, cuando hace tan solo seis meses que ya lo hicimos para elegir un nuevo Congreso de los Diputados y un Senado. Y se quejan culpando a los líderes políticos por no haberse puesto de acuerdo para elegir al presidente del nuevo Gobierno en aquel polémico debate de investidura. Sin duda alguna a muchos de nosotros nos hubiera gustado que los nuevos diputados hubieran encontrado el cauce más adecuado para evitar el impasse que ha supuesto un periodo tan dilatado de tiempo en el que hemos estado con un Gobierno en funciones cuyas capacidades están fuertemente limitadas por la Ley. Sin embargo, no podemos compartir la queja inconsistente de quienes se lamentan porque tengamos que hacer el esfuerzo de coger una papeleta, meterla en un sobre y acercarnos al lugar donde hemos de depositar nuestro voto. La mayoría de estos "quejicas" no han atravesado el largo túnel de la dictadura pasada en la que a algunos nos hubiera gustado inmensamente ir a votar cada mes, cada año o cada día si hubiera sido posible o necesario. Pongamos el domingo, como ya lo hicimos el pasado 20 de diciembre, una nota de color en las colas de los colegios electorales. Que la gente nos vea. Que vean que somos gitanos y que vamos a votar. Y que lo vamos a hacer para que salgan elegidos aquellos que más nos interesan al tiempo que vamos a contribuir para que se queden en la cuneta aquellos para quienes los gitanos les importamos un pito. Gadja, phrala thaj pennia, kamlé amalé, yi o kurko votosarindòj. (Así pues, hermanos y hermanas, queridos amigos, hasta el domingo votando).