El recibo de la luz se ha colocado en las últimas semanas en las primeras páginas de los diarios, primero por la supresión de la tarifa nocturna y después por la subida general de la tarifa a partir de julio. En este último caso, el Gobierno ha optado por la política de lanzar globos sonda a la opinión pública, antes de adoptar una decisión definitiva. Veamos la secuencia de hechos. La Comisión Nacional de la Energía, que ha desempeñado el papel de mala de la película , anuncia en mayo que la electricidad debe subir entre un 20 y un 25% de media para ajustar la diferencia entre los costes de las eléctricas y los ingresos que perciben por prestar este servicio. Tras la consiguiente alarma social, este órgano aprueba solicitar al Ejecutivo central una subida del 11,3%. El pasado fin de semana, José Luis Rodríguez Zapatero, se mete en el papel de bueno y aclara que la luz solo subirá ligeramente más que la inflación, que está ahora en el 4,7%. Finalmente entra en escena el ministro Miguel Sebastián para confirmar que la subida estará entre el 5 y el 6% y que se aplicarán descuentos para las familias que menos consumen. Menudo guión... aunque con un final previsible.