Este 2017 se cumplen 100 años del nacimiento de Gloria Fuertes, autora a la que creo que no se le ha reconocido como merece. A ella no le gustaba que la llamaran ‘poetisa’. Nunca pudo ser calificada, encasillada o estereotipada. Siempre fue a su bola.

Más valorada fuera de nuestras fronteras que dentro, se la recuerda por su producción poética dedicada a los niños, pero su obra es mucho más que eso. Ese éxito con el público infantil eclipsó por completo su trabajo.

La autora madrileña siempre protestó contra una sociedad en la que la identidad lésbica era un tema prácticamente tabú. Fuertes reunía en una sola persona tres rasgos que no se perdonaban entonces (quizá ahora tampoco): mujer, soltera y poeta. Fue catalogada injustamente de ‘bicho raro’, de persona con pintas.

Al revés que en Safo, la poetisa griega donde el lesbianismo se materializa en versos de alto contenido erótico, en Gloria Fuertes se convierte en una recurrente mención a la soledad, al estar al margen de todo. Su poesía no es política, pero sí social, preocupada siempre por los desfavorecidos. Como en literatura todo se quiere clasificar se la considera miembro del postismo junto con Francisco Nieva o Fernando Arrabal, pero en realidad Gloria Fuertes simplemente es Gloria Fuertes.

Muchos críticos la acusan de no ser literatura con mayúsculas lo que escribía, que sus textos estaban incompletos en forma y contenidos. Desgraciadamente, el gran público la recuerda solo por sus intervenciones en televisión recitando versos a los niños, o en las parodias --a veces muy crueles-- de los humoristas de aquella época. El cantautor segoviano y fundador de La Banda del Mirlitón Ismael Peña es el depositario actual de sus pertenencias personales.

Esperemos que este año podamos reconocer de verdad a la escritora por encima de clichés y prejuicios. Refrán: Nací para poeta o para muerto, escogí lo difícil. (Gloria Fuertes).

* Periodista