XYxo tenía suerte. En mi casa no faltaba nunca pebre y no tuve por ello necesidad de ponerme en fila con los otros muchachos de la escuela. Aun así, me puse algunas veces, qué carajo de elite, para tomar un vaso de leche de aquella que consistía en unos polvos blancos disueltos en agua caliente.

Duros años aquellos de los primeros cincuenta. Bien, pues gracias a todo aquello que llegaba a mi pueblo, comida y ropa principalmente, los muchachos se alimentaban, si bien precariamente, y además se vestían decentemente y se calzaban. ¿Quién enviaba aquella ayuda?...

En los fardos de ropa y en las latas de metal en las que venían los alimentos podía leerse: "People of United States of America" .

La penumbra y la tristura de aquellos lóbregos años empezaron a despejarse cuando un yanqui aterrizó en Barajas: "I like Ike". Dwight Eisenhower. Poco a poco el aire fresco y la bonanza económica clarearon nuestra herrumbrosa y mortecina vida.

Mis amigos hispanoamericanos de los años universitarios eran aparentemente furibundos antinorteamericanos, pero desde el calzado hasta el "after save" que usaban eran calcaditos a los modelos yanquis.

La progresía universitaria clamaba contra la guerra de Vietnam (el no a la guerra es viejo) pero se deleitaba con R. Redford. W. Allen o D. Hammet, y en cuanto acababan la carrera, si podían, se largaban a USA a hacer un máster, a trabajar o a buscarse la vida. Algunos, muchos, no han vuelto.

Tremendo lío macanudo, che. Siempre detestando a los gringos y ahora con la viruela de la vejez me doy cuenta de que entre los más preciado de mis recuerdos están todas esas viejas películas del Far West , y de que los yanquis son unos tipos gordos, aniñados, superficiales y prepotentes, pero son los que a la hora de la verdad le sacan las castañas del fuego a la profunda y metafísica Europa, que ni puede ni sabe ponerle el cascabel al gato.

En junio ha hecho sesenta años de lo de Normandía. Cuatrocientos mil gringos dejaron su piel en aquella guerra para pararles los pies a los nazis y en defensa de la libertad y la democracia.

¡Cuántas barbaridades han cometido los gringos por el ancho mundo! Pues claro, nadie lo duda. Y los chinos y los tártaros. ¿Y nosotros qué tal?

La diferencia es que al responsable de sus barbaridades, tarde o temprano, le cae el castigo de la ley o de las urnas.

Para eso hicieron una constitución unos tales Washington, Jefferson y Hamilton en el XVIII. Ya le cantarán las cuarenta al responsable de haber enviado a Abu Ghraib a una cuerda de cerceleros infames que habían cometido infamias en su propia casa.

Allá, en aquellos años grises, los gringos enviaban comida y ropa. Aquí, al menos, buena parte de ella se repartía entre los que la necesitaban. Poquito a poco se fue saliendo de la penuria gracias al esfuerzo de los españoles y a la apertura de fronteras. Y se salió.

Pero, ¿qué pasa con toda esa ayuda que los gringos y los europeos ricos envían a los pobres pueblos desgraciados? ¿Llega a los desheredados de la tierra? Mucho me temo que la mayor parte pase a engrosar y engordar las cuentas de los sátrapas corruptos que gobiernan y maltratan a esos pueblos humillados y ofendidos.

Y luego la culpa es nuestra, o de los gringos; sobre todo de los gringos; por lo tanto, preparemos un comando suicida, subámoslo a los aviones y que pongan rumbo a las Torres Gemelas ¡Allahu akbar!

Si los yanquis se enfadan y salen por ahí echando plomo a diestro y siniestro, qué malos son los yanquis. Anda, volved a casa. Go home !

*Profesor