En momentos de crisis, los oportunistas de turno se descuelgan con declaraciones como las del gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, sobre el peligro de afrontar el coste de las pensiones y la necesidad de aumentar la edad de jubilación a los 67 años. El gobernador ha puesto así de manifiesto la estrategia de asustar a los pobres con supuestas amenazas sobre su futuro. Fernández Ordóñez se ensaña con el colectivo más desfavorecido, pero no con los que son más afortunados. Además, se desentiende de su cometido fundamental, que es la transparencia de la banca. Es de alabar su tesón en la complicidad con las empresas y entidades financieras relacionadas con la evasión de impuestos a paraísos fiscales. Ni una sola palabra salió de su boca con fórmulas para acabar con la evasión fiscal de los ricos, que representa el 20% del PIB --las pensiones suponen el 8%--; ni una palabra para desmantelar los lugares donde se blanquea el dinero. El máximo responsable de las finanzas del país no está por la labor de mancillar el buen nombre de ciertas entidades y empresas. Pero no sería justo atribuir el mutismo solo al gobernador del Banco de España. Todas las personas con cargos en instituciones de poder hacen gala de autismo ante esta lacra. Con su silencio, aumentan el sufrimiento de millones de personas. El control del mundo no está en manos de unos bárbaros asesinos escondidos en oscuros escondrijos. El control del mundo está, en realidad, en las manos de las superpotencias que tienen poderío militar, así como en la OTAN, en la ONU, en la CIA y en el FBI. Ahora, solo hace falta que todas las autoridades tengan la voluntad de acabar con los paraísos fiscales en lugar de encubrir y justificar su funcionamiento.

Antonio C. Martín **

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