TEtl presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy , no da puntada sin hilo a la hora de sacrificar cualquier cosa si con ello favorece los intereses de su partido. Ese es la intención de su propuesta de reforma de la Ley Electoral en un sentido infantilmente favorable al PP. Se queja de que el PP no gobierne en muchos lugares donde ha sido el partido más votado, lo que para él es una interpretación curiosa del sistema democrático y pone en duda que eso signifique un respeto a la voluntad de los ciudadanos. Así las cosas, la reforma electoral irá en su programa de Gobierno como una de las prioridades básicas, supongo que proponiendo, entre otras cosas, que gobierne siempre la lista más votada. Podía haber empezado por renunciar al Gobierno de Canarias y a otros muchos donde no son la lista más votada, por aquello de dar ejemplo y credibilidad a sus ofertas. Pero claro, ahí no era importante respetar la voluntad de los ciudadanos.

Lo primero, que la voluntad de los ciudadanos se expresa en la totalidad de los votos que emiten. Si la derecha está concentrada en un solo partido, que es el PP, no ocurre lo mismo en el campo de la izquierda y de los nacionalismos y regionalismos. Por tanto, sería injusto y antidemocrático dar el Gobierno al más votado sin más, sin mayoría absoluta, pues tal cosa equivaldría precisamente a saltarse a la torera la voluntad de los ciudadanos si éstos en su mayoría habían optado en sentido contrario al representado por el PP, por ejemplo, en sentido progresista, o izquierdista, o de cambio, como prefieran. El que el PP concentre en su seno todos los colores de la derecha no puede ser un superpremio que se monte sobre la voluntad de la mayoría, incluso absoluta, de los votantes. Tampoco sería nada democrático barrer del mapa todas las posibilidades de presencia de los pequeños partidos, olvidando que la salsa de la democracia son las minorías. Quien tiene que gobernar es la suma de todos los que alcancen así la mayoría suficiente. Eso es democracia.