La candidata a la presidencia de Madrid Esperanza Aguirre ha admitido finalmente que el PSOE e IU, que suman un escaño más que el PP, serán quienes gobernarán la comunidad. Aguirre ha esperado al final de un recuento, demorado más de lo habitual, para arrojar dudas sobre el pacto de izquierdas y cuestionar su validez porque "PSOE e IU no se han presentado juntos" y se desconoce "con qué programa pretenden estos señores gobernar". El habitual coro mediático ha repetido fielmente los argumentos de la exministra y ha llegado a calificar el acuerdo de fraude y de amenaza radical para la estabilidad.

La legitimidad de que gobiernen dos fuerzas que suman la mayoría de votos y escaños, y que además no ocultaron a sus votantes sus programas y su decisión de pactar tras las elecciones, no debe ni plantearse. Tampoco puede negarse la seriedad con que PSOE e IU han gobernado en muchas instituciones desde la reinstauración de la democracia. Parece paradójico que traten ahora de sembrar la confusión sobre los pactos poselectorales quienes durante siete años han gobernado con el apoyo del nacionalismo catalán, o lo han dejado gobernar, a cambio de una sucesión de acuerdos y desacuerdos.