La salvajada perpetrada ayer en el aeropuerto moscovita de Domodédovo se atiene a la lógica del islamismo irredento del Cáucaso, del independentismo checheno, sumido en la desesperación, de los predicadores del califato universal --de Al Andalus a Asia-- o de todos ellos al mismo tiempo. La política de tierra quemada aplicada por Rusia en Chechenia, la rusificación intensiva en Daguestán e Ingushetia, la guerra relámpago de Georgia (2008) y cualquier aditamento en forma de represión que se tenga por conveniente han dado alas a los iluminados de la guerra santa, sea cual sea su procedencia. De forma que importa más admitir que la inestabilidad del Cáucaso es una de las fuentes de alimentación del terrorismo global que dilucidar si, quien dio la orden al suicida, fue un promotor del Emirato del Cáucaso o el líder de una franquicia de Al Qaeda. Por esta misma razón, Moscú es un objetivo de primer orden para los terroristas. Desde los días de la presidencia de Vladimir Putin hasta hoy mismo, con Dmitri Medvédev al frente del Estado por delegación del propio Putin, el Gobierno ruso ha entendido que la gestión de los conflictos caucásicos --especialmente, el checheno-- solo era posible con el recurso a la mano dura y la instalación de gobernantes títeres.

Puesto que esta es la realidad, es deplorable que las medidas de seguridad en Domodédovo fuesen tan insuficientes que el mismo Medvédev ha debido admitir que están lejos de los mínimos exigibles. Ante el fenómeno del terrorismo global, cuyo campo de actuación supera con mucho las fronteras de los estados, es exigible a cada Gobierno, de Rusia o de cualquier otro lugar, que asuma su cuota de responsabilidad. En caso contrario, como sucedió ayer, la cadena de seguridad que protege a los ciudadanos se quiebra y los deja indefensos.

Desde luego, los responsables de la carnicería son el terrorista suicida y quienes sorbieron a este la voluntad para que aceptara inmolarse. Pero, tal como figura en los manuales de la lucha antiterrorista, es ineludible poner obstáculos al terrorismo para minimizar el riesgo. Y, en el caso de Rusia, acompañarlo de una revisión del trato, por no decir acoso, dado a las comunidades musulmanas dentro de la federación.

De la misma, las condenas internacionales por el atentado, llegadas desde todos los países de Occidente y las principales organizaciones, como la ONU y la OTAN, no deben quedarse ahí. El presidente de EEUU, Barack Obama, condenó ayer "firmemente" esta acción y mostró su solidaridad con el pueblo ruso, así como su compromiso de mantener una estrecha colaboración entre los dos países en la lucha contra el terrorismo. En estos momentos, la colaboración de los servicios secretos a escala mundial es fundamental para prevenir masacres como la de Moscú, que en la noche de ayer deparaba un balance de al menos 35 muertos.