Gomendio , número dos de Wert , tiene tanta cara de prepotencia como su superior, y el mismo gesto de usted no sabe con quién está hablando. Gomendio mira la enseñanza pública con ojos de asquito, y compara nuestro sistema universitario con el alemán, donde el proceso de selección es durísimo, el de Estados Unidos, donde las familias pagan la carrera de sus hijos, endeudándose hasta las cejas, y el de los países nórdicos, en los que no existen tasas de matrícula pero sí impuestos altísimos. Lo que no dice son los problemas de los alumnos para pagar los préstamos, o que allí las personas tienen conciencia exacta de en qué se invierte el dinero que entregan al estado, igual que aquí, sin ir más lejos. La universidad española, la pública, claro, no es rentable, afirma, por eso ahora tras los capotazos de Bolonia, con el tres más dos, viene a darle la puntilla, por utilizar metáforas taurinas tan del agrado del mundo cultural de ahora. Olé, olé y olé. Y se queda tan ancha. Primero empezaron con las escuelas (un colegio rural no da beneficios), siguieron con los institutos (menos profesores más alumnos) y ahora han llegado a la universidad, un negocio ruinoso. El problema es que a los de letras, ese arcaísmo, tampoco nos salen las cuentas. Será porque nosotros hablamos de educación, donde menos nunca es más, y ella, de decoración de interiores y minimalismo. Será que nosotros tenemos alumnos, no clientes. Y será, vamos a decirlo, que la educación no puede medirse en términos de rentabilidad a no ser que se trate de formar borregos, no personas, o esquilar rumiantes de cabeza gacha que nunca miren más allá del rebaño.