El recién nombrado delegado del Gobierno para la Extranjería e Inmigración, Gonzalo Robles Orozco (Madrid, 11-4-1959), está en Rabat preparando la cumbre Mohamed VI-Aznar. ¿Es casualidad que el responsable de inmigración haya estado ocho años (1996-2003) al frente del Plan Nacional sobre Drogas?

Por supuesto que no es casual. El Gobierno ha valorado en Robles el conocimiento de las rutas del narcotráfico en el Estrecho y en Canarias, en donde también se ventila el transporte clandestino de personas que suspiran por llegar a la tierra de promisión del continente europeo. Las mafias de la droga y de la inmigración ilegal son primas hermanas.

Diplomado en Enfermería y más tarde licenciado en Antropología, Robles es un purasangre de la política desde que se enamoró de Fraga. De 1983 a 1987 presidió las Nuevas Generaciones de Alianza Popular. A los 24 años fue concejal en Madrid y a los 27, diputado por Toledo. En 1989 logró el escaño con el PP en Salamanca, circunscripción en la que dejó su impronta: contribuyó a defenestrar al presidente provincial Manuel Estella para que le sucediera Julián Lanzarote, hoy alcalde de mayorías absolutas. Si su gestión como delegado de drogas fue difícil y alternó luces con sombras, aún lo tiene peor ahora que ha cambiado, valga la expresión, los porros por las pateras.