El todavía primer ministro británico Gordon Brown es un político amortizado para su propio partido. Así lo ha debido entender al anunciar ayer que dimitirá como líder laborista para facilitar un posible gobierno con los liberales de Nick Clegg. Aunque se trata de una operación complicada, sería imposible si estuviera encabezada por Brown, que ha perdido las elecciones.