Catalina tenía más de 90 años y un gran nivel de dependencia, fue una mujer fuerte nacida en la Raya, apátrida hasta bien entrada en los 60, nunca se interesó en que le diesen un papel que le dijese si había nacido aquí o allí; Sus manos y sus pies eran los de Julián, su marido, exlegionario por obligación. Nunca tuvieron hijos, quizás por eso se tenían amor tan grande, a veces parecían adolescentes de 15 años. Eran beneficiarios del servicio de ayuda a domicilio, tres veces por semana pasaba por su casa la trabajadora del ayuntamiento, que ayudaba a Julián a cuidar de Catalina, haciendo algunas tareas de la casa. La última vez que la vi, Catalina tomaba el sol de la tarde del otoño extremeño, en la puerta de casa, comiendo una bolsa de gusanitos sabor a queso. Extremadura, tiene su hecho diferencial en estas imágenes y en el software libre. En estos tiempos preelectorales en donde se inauguran primeras y segundas piedras y en donde las grandes noticias del día a día no dejan ver el bosque de lo que de verdad importa, no está nada mal recordar que, gracias a muchos profesionales que nunca inaugurarán ninguna piedra ni cortarán ninguna cinta, y que en muchos casos tienen unos contratos muy tristes, las personas pueden vivir más felices y ser más ciudadanos.

Antonio Villafaina Barroso (Valdelacalzada)