En el Teléfono de la Esperanza hemos convivido durante cuatro días sesenta personas intentando crecer armónicamente. Hoy día se ven auténticos monstruos que sólo tienen grande la cabeza. Sus pensamientos están por encima de su realidad como seres humanos y se alimentan sólo de maquinar , de trepar y los ves arriba derrotados pensando ir a la luna ... No saben que la felicidad está dentro, no fuera, está cerca, no lejos. En el curso del teléfono he visto maestros, médicos, psicólogos, amas de casa, estudiantes... y ha brotado la esperanza . Es posible que nuestros hijos se formen adecuadamente, que vean el sentido de la vida. Es posible confiar en la enseñanza, en la política, en la ciencia, en el trabajo del hogar, siempre, claro está, que nos conozcamos a nosotros mismos. Decía Confucio que no son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino. Hay que trabajarse la persona desde la cabeza y los sentimientos para crecer adecuadamente y estar maduros para afrontar la vida. Gracias al Teléfono de la Esperanza por el bien que está haciendo a tantos y en especial a mí.

ANTONIO FLORIANO CORBACHO. Cáceres