Melancolía, nostalgia, soledad, una cierta saudade , un punto de tristeza, un chau , un desencuentro, incomunicación, exilio... y también alegría, gozo, dicha de vivir, risa, mirada con brillo... y al fondo el amor, la amistad, la solidaridad, la ética, la justicia, la utopía y la esperanza. La esperanza, tal vez, que nos dan las treguas, esos momentos de felicidad que se nos regalan, dichosos instantes, los únicos "sucedáneos verdaderos de la eternidad".

Dulces treguas. La mujer que encuentra el amor verdadero mientras su marido está en la cárcel. El hombre que se enamora y goza del amor en el otoño de su vida. El joven que sale de prisión y abraza a su padre. La joven moribunda que descubre el cariño y la pasión.

Al principio se resistió a creer que pudiera ser la felicidad. Se resistió con todas sus fuerzas, después se dio por vencida y lo creyó. Pero no era felicidad, era una tregua. ¿O acaso la felicidad no sea sino un conjunto de treguas (grandes o chicas) a lo largo de la vida? Como aquel que nos da fuego para encender otro cigarro. Uno más. Otro más. Y serán muchos.

Y el Amor, esa "bahía linda y generosa que se ilumina y se oscurece según venga la vida". Una bahía que acoge barcos que vienen y van, "pero tú por favor no te vayas".

Y la alegría que a veces nos visita; "está bien, me doy por persuadido, que la alegría no tire más piedritas, abriré la ventana, abriré la ventana".

Y la fraternidad, la conexión con el Otro, ése que "todavía ignora que yo existo, pero un día me verá... y tendrá la sensación de que entre nosotros haya algo secreto, un recóndito lazo que nos une, que nos da fuerzas para entendernos. O quizá nunca llegue ese día, quizá no se fije nunca en este aire que nos hace prójimos, que nos empareja, que nos comunica. Pero no importa; de todos modos, es mi semejante".

Y el canto. Que no nos callen. Cantamos "porque el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera... cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la canción se haga ceniza".

Reviso este artículo de homenaje a Benedetti y muere Vicente Ferrer , a quien damos las gracias por tanta lucha, tanto trabajo, tanta voluntad y tanto amor. Por tantas treguas; a la pobreza, a la desesperanza, a la tristeza, al abandono, a las desigualdades, a la injusticia, a la violencia, a la explotación... Treguas llenas de ternura, de progreso, de educación, de sanidad, de trabajo, de paz, de sonrisas, de plantar cara al opresor... Ha muerto y, ya lo ven, le canto al uruguayo. Señor Ferrer, no se vaya. Usted que tanto amó e hizo lo que quiso. Usted que abrió ventanas. Que sigan llegando barcos cargados de cariño a la bahía.

Señor Ferrer, gracias por la tregua.