Ser felices”, escribió en Twitter el jefe de la oposición y de un cliqueo convirtió un imperativo en infinitivo y provocó un torrente de réplicas puntillosas, que Twitter es muy de corregir tildes y otras minucias. ¿Erraban entonces los que le exigían puridad a ese adelantado, pues pocos meses después, la Academia admite “iros” por “idos”? Analicemos, con su permiso, la polémica decisión, desvelando que suponen un alivio estas noticias que distraen del culebrón catalán, del calvario venezolano o de la evidencia de que a tantísima mala gente lo mismo le alegra la muerte de un torero que la de un banquero.

Empecemos por el argumento de los académicos: como nadie dice idos, se admite lo más generalizado. Es cierto que el imperativo de marras suena casi tan arcaico como aquel maravilloso “Ite, Misa est” de otras épocas y otros ritos. Pero, si es porque lo dice todo el mundo, no se explica por qué no se admite también “pa” por “para”, “Madrí” por “Madrid” o, si me apuran, “¡otia!” por “¡ostia!” (con perdón), por citar solo algunos vocablos. Puede que en el caso de idos, el subconsciente relacione su significado con “alelaos”, que no alelados, y cueste utilizarlo para una orden. Por bucear en el fenómeno, lo digo.

En el plano morfosintáctico, el mismo argumento valdría para el error extendidísimo de convertir el haber impersonal en personal. ¿Por qué no sancionan como correctos los académicos entonces esos terribles “habían muchas personas” o el peor aún “hubieron muchos disparates? Lo dejo a su consideración.

Y para terminar por hoy, esa perífrasis de posibilidad convertida en obligación, como suele hacer la mayoría, no sé yo por qué iba a ser menos. Así que digamos todos a una, por ejemplo, que deben de terminar tantísimas tonterías.

Una, que entre otras ocupaciones enseña Lengua Española, no se considera una purista. Pero una cosa es el sistema, otra la norma y otra el habla. Y aunque la gramática parda está muy bien para la vida, ahora que el inglés pierde fuelle tal vez sea más conveniente saber latín.