En Holanda están buscando embarazadas para un programa Gran hermano . Un monográfico maternal, como si dijéramos. Al parecer, los encargados de casting se encuentran con problemas. Cuestión de fechas. Quieren que algún capítulo recoja los partos y, claro, eso no es algo fácil de coordinar. Supongo que preparándolo con tiempo habrá parejas que, queriendo concursar, adecuen sus concepciones al periodo requerido por la televisión. Todo por el directo y el estudio sociológico, ya saben.

Una vez descubierto que a la gente normal le gusta ver lo que le ocurre a la gente normal las posibilidades son infinitas un filón. Sólo cabe preguntarse si quien participa en un concurso así es del todo normal. En el caso de las embarazadas, lo estrafalario del asunto se evidencia más.

Queda raro no me digan, porque una cosa es encerrarse con varios jovenzuelos para decir chorradas y correrse juergas, y otra contar en público lo ilusionada que estás y cómo se mueve en tu vientre el bebé. ¿Qué pensarán esos niños cuando crezcan? Si a mí mi madre me hace algo así, habría intentado matarla.

Pero ahora la frontera entre lo público y lo privado está desdibujada. Yo creo que se debe a que consideramos a la gente cada vez más en su lado animal, y hacer reportajes sobre la vida de los animales siempre queda bien: comen, se pelean, copulan, se reproducen... Eso de la dignidad humana parece ya un invento antiguo. A lo mejor es un modo de fomentar la natalidad de los países pequeños. Quizá alguna administración española lo incluya en su televisión. Y la Iglesia, contenta; todo sería por la procreación.

O+*Escritora.